Para tristeza del mundo, al fin ha sido desenmascarado uno de los infiernos mejores disfrazados como sitio ideal para vacacionar : Acapulco, la bella ciudad de playas y películas, encierra un oscuro secreto que estremece el corazón, la mente y los sentidos. E incluso puede que luego de leer esta nota, sientas cierto grado de ira y gran cantidad de impotencia y dolor.
El secreto camuflado entre playas y amabilidad mexicana es la pederastia. Tras la fotografía que dio la vuelta al mundo de un hombre mayor besando a unas niñas pequeñas en la calle, se han destapado una serie de sucesos e irregularidades que es necesario no olvidar.
El “negocio” había permanecido ajeno a los ojos del mundo, no había salido a la luz y no habían sido alertadas las autoridades protectoras de niños…
La realidad es brutal. Los niños y niñas que se prostituyen no pasan de los 14 años y turistas venidos de Francia, Estados Unidos, Canadá y otros sitios saben que por 20 dólares los niños son capaces de someterse a sus más oscuras perversiones.
El asunto se pone peor cuando se confirma que también muchos pederastas mexicanos se acercan a los niños y los someten a toda clase de abusos a cambio de comida, ropa y principalmente droga. La situación es triste y grave, ya que la mayoría de esos niños, salieron de sus casas con la intención de tener una vida mejor: huir de un padrastro, ser cantantes, soñar con un futuro lejos de la pobreza y el sentimiento de opresión del que eran víctimas en sus hogares. Pero cayeron en algo peor, les ha sido robada la niñez y las esperanzas que tienen a futuro, no están claras ni protegidas, Superan el día a día a base de pegamento y pasta base para aliviar el dolor, el hambre, los abusos y el dolor de existir.
La clientela, suele tener entre 40 y 60 años, y busca en lugares típicos de la ciudad la compañía de un niño por una noche, o incluso una semana. Conseguir un niño o niña es fácil, cualquiera en la turística ciudad puede llegar a ofrecer los servicios de un menor como acompañante, incluyendo taxistas, hoteleros, lancheros e incluso policías son capaces de brindar información sobre el espantoso negocio que se volvió tan común que ya nadie condena.
Pese a que detuvieron al hombre que besó a las niñas, porque fue condenado mundialmente. El gobierno mexicano, las autoridades e incluso quienes viven en la ciudad, miran hacia otro lado ante la brutal realidad que emerge insoportable antes sus propios ojos
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