En inglés existe una expresión que es “Cutting off the nose to spite the face”, traducido sería más o menos “Cortar la nariz a pesar de la cara”. En realidad lo que quiere decir es que a veces es peor el remedio que la enfermedad, o que el daño que te haces a ti mismo es mayor que el que pretendes evitar o causar, si se trata de una venganza. Desde el siglo XII se utiliza este refrán en Inglaterra y está basado en una historia real, la de las monjas que se cortaron la nariz ante un ataque vikingo.
Las monjas que se cortaron la nariz ante un ataque vikingo
En el suroeste de Escocia, en el siglo VII, la que luego fue Santa Ebba la Mayor, fundó una congregación de monjas conocida como el Priorato de Coldingham. Muchos años después de su muerte la sucedió otra priora también llamada Ebba.
Corría el año 870 y un grupo de monjas trabajaban y oraban en el priorato de Coldingham bajo la dirección de su abadesa: la segunda Ebba. Durante esos años eran frecuentes los ataques de hordas vikingas a la costa escocesa causando estragos a la población. Robaban, mataban, violaban, incendiaban y arrasaban todos los lugares por donde pasaban.
Ebba se enteró de que un grupo de vikingos, especialmente feroz, dirigido por los hijos de Ragner Lothbroc, el rey de Dinamarca y Suecia, se estaba acercando a sus dominios tras asolar otros territorios de las Islas Británicas con una tremenda crueldad. La abadesa reunió en capítulo a sus hermanas y las exhortó a desfigurarse para evitar ser violadas cuando los vikingos atacasen sus tierras. Para dar ejemplo, ella misma se cortó la nariz y el labio superior, quedando con un aspecto realmente repulsivo. Las otras monjas decidieron proceder de la misma manera: cercenaron su nariz y su labio superior.
Cuando los vikingos llegaron al monasterio, viendo el espantoso aspecto de las monjas, no las forzaron repugnados por la auto-mutilación. Desgraciadamente, el tremendo sacrificio las salvó del oprobio pero no les salvó vida. Los vikingos las encerraron tras los muros del convento y le prendieron fuego. Todas ellas fallecieron en el incendio. En la creencia de que aceptaron su muerte como un martirio, la iglesia declaró a la abadesa santa, con el nombre de Santa Ebba la Menor (o la joven) para distinguirla de la fundadora del priorato.
Desde el siglo VIII al XII los vikingos sembraron el terror por toda Europa, hasta que se convirtieron al cristianismo.
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