lunes, 22 de febrero de 2016

El Amor Es Una Certeza Llena De Dudas

¿Si está resultando muy complicado es que no tiene que ser? Todos hemos tenido en algún momento la necesidad de preguntarnos a dónde va nuestra relación y si realmente hemos elegido bien. Dudar nos ayuda a no apalancarnos ni darlo todo por seguro, y así volver a elegir lo que queremos cada día, para que la relación sea auténtica de verdad.

“En todas las actividades es saludable, de vez en cuando, poner un signo de interrogación sobre aquellas cosas que por mucho tiempo se han dado como seguras” Bertrand Russell
El problema es cuando no hallamos la respuesta que buscamos, y nos bloqueamos en la duda por falta de una certeza. Estaría muy bien por una parte poder ir al médico y preguntar “¿doctor, qué tengo? ¿estoy enamorado?”. Sería muy cómodo y práctico, pero en realidad es mucho más emocionante vivir la experiencia de enamorarse sin ningún diagnóstico, ni radiografías, ni recetas médicas. El amor no se mide ni en kilos, ni en euros ni en píxeles; ni atiende a razones, porque cuando estás enamorado simplemente lo sabes.

“Cuando estás enamorado, simplemente lo sabes”
Lo que pasa es que a veces las dudas no vienen de que haya un problema real en la relación, sino de nuestra mala costumbre de dudar de todo, de pensar demasiado y darle mil vueltas a las cosas. Por ejemplo, si hay unos días en que estamos muy cansados del trabajo y no tenemos ganas de pasar la noche más loca de la historia, eso no significa que no estemos enamorados, sino que la idea que tenemos del enamoramiento es demasiado simple.

Enamorados o no, somos humanos y tenemos días más eufóricos y otros más tristes. Es normal que haya épocas de menos sexo, o días de menos besos. Lo raro sería estar siempre al cien por cien sin ninguna discusión, diferencia ni altibajo. Precisamente es buena señal si hay las discusiones justas y los días de menos intensidad amorosa, porque eso hace más auténticos los momentos buenos, y además es la única manera de que la relación sea viable a largo plazo.

Dudar es normal, pero la pregunta es qué hacemos con nuestras dudas; si las convertimos en una oportunidad o nos bloqueamos en demasiadas teorías, miedos, recuerdos del pasado o prejuicios. Preguntarte si estás enamorado no significa que no lo estés, pero la cuestión es que cada vez que te paras a preguntarte, consumes tu energía en pensar, sopesar y analizar, y la pierdes para disfrutar con el otro, quererle y conocerle.

Las respuestas en la vida casi nunca se obtienen pensando, sino actuando y viviendo. Solo la vida puede ser la gran escuela en la que descubramos si estamos enamorados o no. Si la relación tenía que prosperar, lo hará; y si algún día se termina por el transcurso de los hechos, es porque era mejor así y en el horizonte nos esperaba algo mucho mejor.

He Conocido A Alguien, Soy Yo. Voy A Darme Una Oportunidad

Hay personas que pasan por nuestra vida que son heridas, algunas desde el principio hasta el final, y yo necesitaba dejar de buscar la cura y pasar a la acción. Salir de lo tóxico y dibujarme como la mujer libre que llevo toda mi vida pidiendo a gritos ser.

Lo nuestro era una ausencia de aquellas risas haciéndome cosquillas en el corazón, que hacía ya demasiado tiempo que se quedaron calladas. Tras mucho intentarlo, pocos resultados y algo de indecisión entendí que la estabilidad era que sucediera con naturalidad lo inestable; y toda ‘yo’ quedé en equilibrio. No pretendía encajar de nuevo, querer ganarse a alguien implica perderse y necesitaba encontrarme. Buscar una relación puede ser tan excitante como vandálico así que he decidido romper con todo menos conmigo misma. Romper puede ser un verbo transformador, de esos que quiebran y lo destrozan todo a su paso. Por eso me quedo rota para recomponer mis pedazos sola. No quiero que venga nadie a ayudarme. No lo necesito.

Discutir conmigo misma es una de mis facetas favoritas como novata en el asunto, y prepararme el desayuno, y darme crema después de la ducha, e incluso darme las buenas noches. No me asusta, me cautiva la idea de reconocerme oxigenada de lo que evitaba por miedo, por ego o por simple comodidad. No encajo porque lo veo todo diferente. No me gustan las reglas y quiero estar francamente en sintonía con esta parte de mí que no he tenido tiempo ni ganas de conocer hasta ahora. Relax, espacio, soledad buscada. Amor mío, no tuyo.

Me siento segura y disfruto de mi propia compañía

Es difícil ser soltera por convicción, se ve mal. -¡Qué dirán de mí!- Burlar el placer contra los prejuicios que abundan y darme permiso a la soltería, esquivando a propósito las innumerables ocasiones de ligar o follar, es una odisea que pasa por bloquear alternativas tan banales y vacías como registrarme en Tinder o Happn. Por no mencionar el bombardeo diario de mis amigas insistiendo en construir de nuevo un colchoncito cómodo de pareja que enmarque mi vida sentimental en lo correcto. Basta. Se me revuelven las tripas y se me alteran los sesos.

Mi diosa interior ha salido para ligar conmigo, a solas. Y es maravilloso.



Se puede vivir sin pretendientes, sin Whatsapp echando humo, sin dudas, sin un síndrome de abstinencia que controle todas las decisiones. Qué íntimo. Qué libertad, que abandono más mío, más buscado. Si eliminar la preocupación de mi futuro sentimental como mujer, como futura madre, como posible esposa o como compañera me convierte en rara poco me importa; cuando se trata de gustarme a mi misma por encima del poderoso titán de la sociedad y sus absurdas reglas de vida.

A mi me hace libre leer, viajar, dejar el abrigo en el perchero cuando entro en casa, tomar un café, escuchar el sonido de la cotidianeidad, el sushi, los domingos nublados acompañados de una buena peli, el color menta, el mar, caminar sobre la hierba, el olor a ropa limpia, el sonido de mis tacones, tumbarme en la cama, el primer sorbito de una coca-cola con hielo y limón, hablar con un anciano, un masaje, ver el culo que me hacen esos vaqueros, las camisetas básicas con un mensaje alentador que consigue que, más que te miren el pecho, te lean el alma; tener un lapsus y recordar algo que hacía de pequeña, gritar en un valle que haga eco, los regalos envueltos en papel craft y tantas cosas más que no pasan por masturbarme ni menospreciar mi condición de soltera y entera. Asumo que estoy sola y estoy bien.

Por Qué Hacer El Interrail Puede Cambiarte La Vida

“Hay un tren, no permitas que se te escape. 
No dejes que vaya sin ti. 
Sólo súbete a él”

Con estas palabras del mítico grupo de finales de los 90’s, Undrop, puede uno resumir perfectamente el único pensamiento válido antes de hacer un Interrail. La experiencia de subirse a un tren desconocido es algo que, irremediablemente, te marca y lo hace para siempre.

Fluyes por las arterias de Europa

Porque hacer las maletas en busca de lo desconocido es un dejarse llevar. Un destino y un azar en el que solo viajáis tú y tu intuición, recorriendo mundo, descubriendo rincones, queriendo muy fuerte derrumbar de un plumazo miedos y rutinas en cada uno de los países donde tus pies aterricen.



Es salvaje

La forma más auténtica de viajar es hacerlo ardiendo de ganas. Hay muchas formas, pero sin duda, la más auténtica, la que más te ayuda a conocerte y la que más te hace crecer es hacerlo en solitario. Vagar sin rumbo, sin destino, sin ideas preconcebidas. Es romper tu status-quo, con tu día a día, con el caos que abofetea nuestras vidas cuando buceamos en una eterna rutina.



Solo necesitas una mochila

Al interrail no se va con la moda puesta. No necesitas maquillaje, ni secadores, ni tus mejores galas. En mi caso, cuando empecé el recorrido no tenía más compañía que la que me cabía en la mochila. Mi pequeña maleta llena de mapas, mis libros y yo. Fuimos compañeros inseparables y recorrimos durante más de un mes toda Europa. Y  de verdad, no necesité nada porque lo tenía todo.

Descubres un mundo que no conocías

Creéme que cuando empiezas el camino ya nada vuelve a ser igual. Ni siquiera la forma en la que concibes el mundo en el que vives. Recorres Europa y piensas, ¿dónde estuvo todo esto antes y por qué no quise estar aquí? Desdibujarte en los zocos de los bazares de Turquía, coronarte en los altos picos del círculo polar a la caza de Auroras boreales, perseguir los últimos gritos de la Rusia Soviética en los países del Europa del Este con sus mágicos balnearios y sus sórdidas tabernas ancladas en las remotas décadas del siglo XX. Todo es mágico. Todo suma. Todo cuenta.



Disfrutarás de las mejores reflexiones de tu vida

Que puede que siempre estuvieran ahí pero nunca te tomaste el tiempo de pensar en ellas. El interrail es una carta abierta al universo. Un juego de serendipias y casualidades. Llegar a una estación y preguntar la próxima salida, decidiendo en ese momento tu próximo paso, te hace reflexionar sobre lo planificada y encorsetada que están nuestras vidas. Vivir  libre y sin destino es algo maravilloso que hay que experimentar al menos una vez.



Los destinos se cruzarán (y se separarán)

Esto es lo más increíble de todo. Viajar solo, si te animas a hacerlo, significa conocer cientos de viajeros que al igual que tú esperarán encontrar un compañero con el que continuar el viaje. Los destinos se cruzan y se separan precisamente por eso. Conocer gente nueva, reencontrarse, despedirse. Pequeños momentos intensos que al final son una pequeña alegoría de lo que es la vida. Y aquí, es duro, pero aprendes a despedirte cientos de veces y aún así saber que en cada despedida hay un nuevo comienzo.



Mi recomendación queda clara: no te lo pienses. Solo hazlo. Es la mejor inversión que podrás hacerte nunca.

Todas Las Formas De Amor Implican Compromiso

Se acaba de celebrar San Valentín, la mayor exaltación del amor en nuestro país y parte del extranjero. Pero este día se reserva únicamente a las parejas, cuando la realidad es que el amor se puede presentar ante nosotros en multitud de formas. Como dice la tercera acepción del diccionario de la RAE, el amor también es el “sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”. Digámoslo claro, enamorarse de “algo”, ya sea un grupo de música, un estilo arquitectónico o un equipo de fútbol puede ser tan especial como hacerlo de otra persona.

Las sensaciones son distintas, sí, pero igual de satisfactorias a su manera. Y pocos amores hay tan intensos como el que un país puede llegar a sentir por su selección de fútbol. Mucha gente no entiende las emociones relacionadas con el deporte rey, y como no las entienden, las ningunean con aquello de “si es sólo fútbol, será que no hay cosas importantes para preocuparse”. Pero es solo porque no sintieron el éxtasis del gol de Iniesta en Sudáfrica, ni la amargura que dejaron el codazo de Tassotti o el arbitraje de Al-Ghandour, como tampoco esa sensación de compromiso y hermanamiento con todos y cada uno de los aficionados que comparten esos 90 minutos contigo.

Porque La Roja es lo único que consigue que todos los españoles se pongan de acuerdo sea cual sea su opinión política, sus intereses o su edad. Cuando se trata de la selección, cualquier persona es un potencial amigo con el que celebrar o consolarse, con el que debatir, con el que disfrutar o con el que sufrir. Digan lo que digan, este sin duda es una de las formas más puras de amor, porque implica un compromiso que va mucho más allá de cualquier otra cosa.



Todo esto es muy bonito, pero una de las razones por las que la Roja ha llegado a ser este símbolo, es porque está asentada sobre unos fuertes pilares que la patrocinan, entre ellos Pelayo, que es la Aseguradora oficial de la selección. ¿Aseguraqueee? Sí hombre, eso que contratan tus padres por si tienen un incendio en casa, un accidente con el coche y todas esas cosas de las que a ti también te tocará ocuparte dentro de poco. Y cuando lo hagas supongo que preferirás irte a un sitio en el que te traten de tú a tú y donde sepas que puedes contar con ellos, que te sacarán de cualquier embrollo (que hayas contratado) y no te dejarán tirado con cualquier excusa. Por eso decíamos lo del compromiso. El mismo que tienen con la selección lo tendrán contigo.

domingo, 21 de febrero de 2016

Poliamor: Desmontando El Mito De Las Relaciones Monógamas

Dejadme que os cuente una historia diferente de amor

Esta historia no tiene un príncipe azul ni princesas esperando en una torre a que las rescaten. Esta historia está llena de gente, personas libres que se sienten emocionalmente capaces de relacionarse de forma íntima, amorosa y sexual con varias personas de manera simultánea.

Puede que os suene de algo, puede que os recuerde a los míticos y ya tan demodé cuernos. Sin embargo, este amor mejora el fracasado concepto, transformándolo en legítimo ya que quién lo practica cuenta con el pleno consentimiento y conocimiento de todos los amores involucrados.

Sí, existe esa opción que siempre habías creído utópica

Y tiene un nombre: Poliamor. Los Poliamorosos son personas normales como tú y como yo, excepto por una pequeña y minúscula diferencia de (llamémoslo genética o mindset), que les otorga el beneficio de vivir continuamente en un harén. En una no-monogamia consensual, ética y responsable. No se trata de ser canalla, ni de fundirte con tu pareja en una pequeña supernova; olvídate. Se trata de amar armándote de valor para atreverte a desgranarte en mil pedazos y poder disfrutar de compartirlos con quién te apetezca; que recordemos, lo acepta y lo consiente.

Es un billete para decir basta al “¿sí o no?” “¿él o ella?” “¿ahora o nunca?” con destino al edén, en el que vas a darte permiso a todo y a destruir el ‘nada’.

El flirting-free, el Nirvana, ¿el paraíso?

Amor libre, sin celos, sin inseguridades, sin egos. Este amor es resetear tu idea tradicional de amar y ser amado. Es unirse contra todo pronóstico y vivir en el zen de compartirte y disfrutarte en un sinfín de relaciones. Es aprender a construir sin que duela y sin que escueza.

Recomendable para aptos a la adrenalina, tolerantes y excépticos. Porque para que nos vamos a engañar ¿quién en su sano juicio va a creer que se puede tener más de una relación sentimental si siempre nos han dicho que nacemos destinados a encontrar a nuestra media naranja? ¿De verdad crees que estás destinado a encontrar un amor único y puro que no esté contaminado de viejas heridas que limpiar constantemente? ¿que no diga a gritos ¡recíclame!? Ah sí, quizá sea más hercúleo que te encarceles toda la vida hasta que la muerte os separe. Sin embargo en tu ‘yo’ más interno, tímido e irreconocible ¿no ansías cuanto menos, a intentarlo?

Esto es para quién tiene hambre de vida

No es buscar lo que te falta sino quitar lo que te sobra, libertad sin comisiones de ese ‘tipo’ de interés tan alto que pagamos sin preocuparnos qué otras opciones hay y qué bien estaríamos si dejásemos a un lado los tradicionalismos que encorsetan el mundo un tanto infestado del amor.

Aquí no hay espacio para reglas, pero sí amparo para el buen funcionamiento de la relación en grupo. La polifidelidad involucra a múltiples relaciones románticas donde el contacto sexual se restringe a los miembros específicos del grupo. Pero no por esto penséis que entras a formar parte de un club exclusivo de citas en el que tienes la Gold Card y tienes acceso a una minoría selecta. No. El poliamoroso en su infinita e inmensa gracia también concibe las relaciones Mono-Poliamorosas, donde uno de los integrantes es monógamo pero acepta que el otro no lo sea y sostenga relaciones externas.

 ¿Y funciona?

El amor libre es eso, libre. Coqueto, insinuante, juguetón y seductor. El amor libre te salva la vida concebido desde el respeto y la igualdad. Sin embargo no todos estamos preparados para sentir más, querer más o follar más. Ni todos entendemos el Poliamor como el Súmmum a nuestro pequeño y frágil corazoncito, porque quizá practicarlo abre puertas a algo desconocido, misterioso y tentador pero que por ahora es mejor dejar cerradas. Tómate tu tiempo, que es tuyo y de nadie más. Y date permiso a vivir la vida sentimental que quieras sin que tengas que someterte a juicio, aquí tú y solo tú eres el juez. Lo bueno de todo esto es que el abanico de las relaciones personales cada día nos brinda nuevas y mejores opciones para que todos podamos querer a nuestra manera, y eso es maravilloso.

La Primera Persona Del Plural Está En Peligro De Extinción

No estaría mal comenzar haciendo un ejercicio de sinceridad y comprobar la de veces que anteponemos nuestros pronombres personales [Tú] [Yo] –tan individuales y singulares– al resultado y suma de los mismos [Nosotros] –tan colectivo y plural–. Reconocer que, en efecto, estamos dándole más importancia a cada uno de los elementos que al valor del conjunto. Erramos en preocuparnos más de lo que sentimos personalmente y de adónde queremos llegar cada uno que de lo que en realidad estamos sintiendo, persiguiendo y consiguiendo como pareja.



Podríamos continuar con un ejercicio de memoria y recordar cada una de las situaciones en las que fallamos para terminar llegando a tan mal funcionamiento entre los dos. Nos echamos en cara, el uno al otro, cada pequeña equivocación; criticamos cada movimiento que hace la otra persona porque se escapa de nuestra mano –ignorando que algunos pueden terminar en abrazo–; pecamos de egoísmo, tal vez porque jamás dejaremos de ser humanos, y ese es un hándicap a la hora de avanzar como pareja. Nos quedamos sentados, totalmente fríos, meditando sobre cómo se está rompiendo el Ártico, y no vemos lo mucho que nos estamos rompiendo Nosotros. Permanecemos inmóviles, mirando al cielo, temiendo que se nos caiga encima la capa de ozono, y no somos capaces de advertir las grietas que tenemos bajo el mismo techo.



Deberíamos de finalizar con un ejercicio de cordura y aportar una solución por cada problema que anteriormente hayamos constatado y haya dado error. Deberíamos de apelar al sentido común –al tuyo y al mío, al Nuestro– y acordarnos de que nadie nos obligó a comenzar una relación de dos, y que a la larga, si tiene que pasar, suele doler menos soltar que estirar; que a veces lo mejor que le puede pasar al amor es que cada uno termine haciendo la guerra por su cuenta.

Y si no, debemos convencernos de que ya hay demasiada mierda contra la que combatir en este mundo, y que dos personas que deciden luchar juntas pueden ser capaces de derrotar a cualquier ejército. Debemos de pensar un poco más allá y caer en la cuenta de que solo valoramos las cosas cuando las perdemos, a las personas cuando ya no están, y a las uniones cuando nos fallan las fuerzas. Debemos constituir un equipo, y no ponernos la zancadilla hasta convertir lo nuestro en una vulgar competición. Debemos, quizá, tener un poco de miedo a perdernos, disfrutarnos día a día, y no acordarnos solamente de lo que somos cada maldito 14 de febrero.

Soy Esa Zorra Que Te Jodió La Vida En El Instituto

Sí, soy yo. Llevaba años escondida. Horrorizándome con la masa ante cada nuevo caso de acoso escolar. O de Bullying. Qué palabra. Bullying. Eso no existía en nuestra época. Porque solo podíamos comer o ser comidos. Estaban los que repartían, los que recibían y los que aplaudían.

Pero hoy en día solo se cuentan las historias de las víctimas. De los adolescentes que se suicidan porque no aguantan más que les peguen, que les insulten, que les escupan. Y a mí se me parte el alma. Y digo: “hay que ver, qué crueles son los niños”. Y no miento, porque lo siento de verdad. Pero, ¿qué pasa con los verdugos? Los que le daban collejas al tonto de la clase, o los que se reían cuando este las recibía. Esos callan todos como putas y se indignan como yo. Pero todos sabemos lo que fuimos y lo que hicimos en el instituto.

Lo peor de todo es que casi ni me acuerdo de ti. Tengo imágenes de una preadolescente rechoncha de pelo lacio y graso detrás de unas gafas de pasta y enfundada en una ropa ridícula que llegó nueva al instituto el mismo año que yo. Al principio, evidentemente, no te hice ni caso porque me daba tanto pánico no caer bien, que me ocupé de mis asuntos. Pero cuando ya conseguí meterme en el círculo de los guays e incluso hacer que girara a mi alrededor, tenía que mantener mi estatus entreteniendo al personal y, claro, tú eras presa fácil.

Recuerdo que te insultaba, te encontré algún que otro mote, escribía alguna broma sobre ti en la pizarra y exprimía mi ingenio para arrancarle a mi público una carcajada cada vez más gorda. Recuerdo que me dabas rabia, pero en aquella época prácticamente todo me daba rabia y, para serte sincera, era un mero pasatiempo. Puede que para ti fuera un infierno y que tengas grabado mi nombre a fuego el resto de tu vida, pero para mí era una tontería, una ínfima parte de mi día a día.

El resto del tiempo estaba preocupada por mantenerme arriba, porque ya sabes que en esos años un día eres la estrella y al siguiente te conviertes en escoria. O en ‘puta’, como me pasó a mí. Que de la noche a la mañana descubrí que era la putilla del instituto. Así, sin comerlo ni beberlo.

Había un grupo de tíos que cada vez que pasaban por mi lado me tocaban el culo y lo que podían. Yo me quedaba blanca, como ida. También me esperaban a la salida y me seguían por la calle. Siempre gritándome “Putaaa!” delante de toda esa gente a la que yo había querido impresionar. A veces intentaba correr, pero siempre me alcanzaban y me arrinconaban y me tocaban.

Nunca llegó a más, pero fue suficiente como para que me sintiera sucia y culpable. Pensé que había hecho algo mal, que les estaría provocando de alguna manera así que me corté el pelo y empecé a vestir ropa ancha para esconderme. No se lo conté a nadie porque mis padres ya tenían lo suyo con el divorcio y antes estas cosas tampoco se contaban. Hoy seguro que lo llamarían acoso sexual y hasta podría haber puesto una denuncia. Pero por aquel entonces lo vivía en silencio y sacaba la rabia por donde podía. Humillando a otros como tú, haciéndoles la vida imposible a algunos profesores, sacando malas notas…

Ahora ambas somos adultas, pero tú me seguirás recordando como esa zorra que te arruinó la vida en el instituto, yo tendré grabadas las caras de los hijos de puta que me la destrozaron a mí y quién sabe qué les hicieron a ellos. Porque todo verdugo es a su vez víctima y toda víctima desatendida puede convertirse en el peor de los verdugos.

El Peligro De Pensar Que Puedes Volver Con Tu Ex

Desde el gesto romántico de plantarte en su casa con una tarta de chocolate que te has currado tú mismo hasta el “no le digo nada durante un mes para que me eche de menos”, pasando por fingir -desastrosamente- que podéis ser súper amigos, que eres divertido, seguro, autosuficiente y ya lo has superado o lo de llorar mares al son de “eres la mujer de mi vida, no puedo vivir sin ti”. Todas estas actitudes, estratégicas o no pero siempre un poco desesperadas, tienen un peligroso elemento en común: todavía crees que puedes volver con tu ex. Pero joder, que está comprometida con otro y, como en la canción de Antonio Vega, hace ya ocho años y medio que lo habéis dejado. Ya va siendo hora de salir a vivir un poquito, ¿no?



Pensar que puedes volver con tu ex tiene muchísimos peligros y casi ninguna ventaja. Para empezar, mientras tengas esa esperanza tan alejada de la realidad y no hayas escarmentado con sus veinte negativas, te va a salir caro de cojones eliminarla de tu cabeza. Te gastarás un pastón -pero mejor no lo hagas- en alcohol, antidepresivos, tabaco, chocolates de varios tipos y otras drogas, yoga, gimnasios, bicicletas, excursiones, cenas con extrañas del Tinder y lo mejor peor de todo es que no te servirá para una mierda. No, a tu ex no la superas con cientos de miles de estímulos ni con un lavado cerebral a lo Olvídate de mí, la maravillosa peli dirigida por Gondry y protagonizada por Jim Carrey.

Necesitas una especie de bisturí invisible autoproducido por tu alma que abre un agujerito en la misma para dejar que se escapen el mal rollo y la nostalgia asociados a sus recuerdos y queden sólo esos fotogramas con filtro bonito que de hacerte llorar pasarán a hacerte sonreír. ¿Qué cómo se consigue? ¡Y yo qué narices sé! Si lo supiera no estaría escribiendo esto, rey, pero desde luego escuchar a Los Planetas no es el camino.



Los peligros anteriores, de todos modos, son superficiales en comparación al de ser incapaz de vivir el presente. Da igual que estés bañándote con delfines en el Caribe, que le metas tres goles al Madrid en el Bernabéu, que te den el Pullitzer por un libro de la hostia, que te acuestes con Rihanna y se enamore de ti o que ganes las elecciones por mayoría absoluta y ni siquiera tengas que negociar con toda suerte de partidos caprichosos y corruptos. Hagas lo que hagas y por mucho que moles, con tu ex sería mejor, pensarás todo el tiempo.

¿Por qué no disfrutas del momento y dejas de pensar en esa pieza que te falta para ser feliz de verdad (sobre todo teniendo en cuenta que cuando estabas con ella pensabas que esa pieza era la soltería)? Que sí, que dicen los británicos que “la hierba siempre es más verde al otro lado de la cerca”, pero lo que no puede ser es que estés rodeado de flores y frutas deliciosas y en vez de olerlas, disfrutarlas, saborearlas, te pases el tiempo pisoteándolas sin darte ni cuenta.



Tal vez el mayor de los peligros de creer que puedes volver con tu ex es que realmente vuelva. La primera semana estarás viviendo un sueño increíble y te creerás que es la definitiva pero, a partir de la segunda, recordarás de súbito todas las razones que os llevaron a terminar, sí, las mismas que habías olvidado todo este tiempo que pensabas en volver o que habías minimizado y asegurado ser capaz de combatir fácilmente. Y ya verás que dejarlo por segunda o tercera vez, darse de bruces de nuevo contra una realidad que nada tiene que ver con lo que llevas idealizando desde poco después de dejarlo, no es nada divertido.

Bueno, también puede ser que ella vuelva y vaya todo fenomenal haciendo malo el dicho de que segundas partes nunca fueron buenas. De hecho, tengo un amigo, que tiene una prima, que parece que tiene un hermano al que, más o menos, las cosas no le fueron mal cuando volvió con su ex.

viernes, 19 de febrero de 2016

La Importancia De Hacer Pausas Entre Las Parejas

A nadie le sorprende que hoy en día las parejas se separen y rehagan sus vidas como por arte de magia. Atrás quedaron esos primeros amores adolescentes que perduran hasta la vejez. Las personas se alejan y comienzan una nueva relación, pero ¿qué ocurre en ese espacio temporal entre la última ruptura y el nuevo amor? A veces no existe. Y ese, es el motivo de múltiples complicaciones a la hora de empezar de cero. La falta de pausa entre parejas, y la inexistencia del temido letargo llamado soltería.

Dice el refranero popular que ‘un clavo saca otro clavo’. Patrañas. El nuevo clavo encona al anterior y claro, luego se oxida y llegan los lamentos. No pasa absolutamente nada por afirmar que no nos gusta estar solos, es algo natural. Queremos tener un compañero que de forma paralela viva nuestra historia, nos coja de la mano y nos bese por las mañanas, nos apoye en momentos difíciles y con quien disfrutar de la vida en compañía. Por eso antes de lanzarnos de lleno a por una nueva aventura sentimental, deberíamos oxigenar nuestro corazón y nuestra mente de la anterior.

Tenemos que deshacernos del pasado, desempolvar nuestro yo con la mayor diligencia posible. Entonar en voz alta el ‘yo, me, mí, conmigo’, y punto. Si no lo hacemos será igual que fregar sin haber barrido previamente, exactamente igual, que puede dar un aspecto de limpieza pero la suciedad de antaño sigue por ahí, yendo de aquí para allá sin dejarte avanzar. Como esa situación tan familiar de tener una cita, y que la otra persona saque continuamente todo lo que hacía o dejaba de hacer con su anterior conquista. Huyamos de eso a la primera de cambio, porque es un claro ejemplo de que no ha barrido lo suficiente, y le convendría una buena dosis de soltería forzosa.

Es evidente que no es plato de buen gusto ponerse a barrer. La pereza que causa borrar las fotos del teléfono, o peor aún, borrar la conversación de whatsapp e incluso dejar de seguir a esa persona en las redes sociales. Más que pereza, es una sensación agridulce, e incluso dolorosa cuando es reciente, pero completamente necesario para poder continuar. Dejar atrás los apelativos cariñosos, las canciones, sus costumbres, sus manías y un sinfín de detalles que recubrieron los huecos de tu pasado. Repitamos una vez más, pasado. Porque ahora el presente somos nosotros mismos, sin más historias. 

Otro caso que sucede con mucha frecuencia, y que es archiconocido por todos, es ese alguien que cambia de pareja como de ropa interior. Una facilidad pasmosa para pasar de una a otra sin restaurar sus sentimientos, así sin más. Que hasta pensamos que tienen un don para ello. Aunque seamos sinceros, la mayor parte de estos casos, se debe a un miedo atroz a la soledad.

Pero como todo, tiene su lado positivo, o lo que es lo mismo, de cualquier situación difícil, o en algunos casos dramática, podemos sacar un lado bueno. Que tener pareja es genial, pero cuando vivimos solos, tenemos únicamente nuestras propias preocupaciones, inquietudes, alegrías o fracasos. No debemos dar cuenta de nada a absolutamente nadie, ni explicaciones que ofrecer aunque sea por mera cortesía. Es una etapa que hay que vivir, sin alicientes que nos ayuden a enmascarar que hemos pasado página y que todo va bien. No es obligatorio dar una apariencia de estar completamente recuperados, cada cosa lleva su tiempo.

Por eso debe convertirse en el último paso de las etapas de una ruptura, estar solos porque sí, por decisión propia y como cura necesaria para el bienestar de nuestro futuro sentimental. Ya lo decía el personaje Carrie Bradshaw: “Se necesita el doble de tiempo que has estado saliendo con una persona para olvidarla“.

Este Paréntesis Se Parece A Un Adiós

Siempre que alguien pide un tiempo muerto en una relación, lo más difícil es cumplirlo, dar realmente esa distancia que el otro necesita. Nos cuestan los paréntesis, porque no entendemos si estamos juntos o no, ni sabemos qué hacer nosotros, porque es como si nos hubiéramos quedado en el botón de pausa, mientras el otro se busca a sí mismo. En esta situación se encuentra una lectora de Código Nuevo que ha escrito a la redacción confusa por no saber cómo afrontarla.

Claro que dan ganas de llamarle, de escribirle un whatsapp para saber cómo está o de presentarse en su casa como hacíamos siempre antes de que el árbitro pitase esta inesperada media parte. También nos asaltan dudas de si tiene sentido esperar, quedarse en punto muerto en vez de seguir avanzando, incluso abiertos a empezar algo en otro lugar.

Nos asaltan infinitas dudas sobre qué pasaría si… El mundo de los “y si” se abre a nuestro paso, con infinitas posibilidades que nos desbordan por completo. ¿Y si se va con otra y yo me quedo esperando demasiado tiempo? ¿Y si rehago mi vida, y después él quiere volver? ¿Y si lo que necesita no es tiempo, sino alejarse de mí?…

La situación de paréntesis no puede ser eterna en una relación. Después de un tiempo razonable, o cuando humanamente no se pueda aguantar más, uno de los dos debe convocar al otro para decidir valientemente si seguir adelante o dejarlo de forma definitiva. Porque no podemos tener a una persona en vilo eternamente mientras esperamos la inspiración divina. Si miramos realmente en nuestro interior sabemos la respuesta y siempre la hemos sabido, la duda es solo una ilusión que esconde algún tipo de miedo.

No podemos controlar el pasado, ni controlar a los demás. Así que debemos tomar el control de nuestra vida, frenar ese pensamiento inútil sobre lo que pasaría o pudo haber pasado, y aprovechar la oportunidad que nos ha puesto la vida de mirar dentro de nosotros mismos. Tal vez lo que parece una desgracia más tarde se transforme en un regalo. Eso, precisamente, solo nos lo dirá el tiempo, que también nos puede hablar a nosotros.

Más vale seguir caminando, no dejar que nadie ni nada ponga nuestro reloj en pausa. Tendría poco sentido que alguien, para buscarse a sí mismo, hiciera a otro perderse. La vida no es un juego de suma cero, donde para que uno gane otros deben perder. Todos podemos ganar, convirtiendo las crisis en oportunidades.

Quizá sea el momento de aprender algo, de conocer nuevas personas, de mirar viejas fotos, de viajar, de pasar más tiempo con tu familia o amigos, de cultivar esa afición que tenías abandonada por falta de tiempo, o de apostar un poco más por tu carrera profesional. Este tiempo también es para ti, que te mereces todo el tiempo del mundo, y que de momento tienes un tiempo maravilloso delante de ti, que no sabes cuánto durará. Con paréntesis o sin ellos, la vida sigue, y tú eres el protagonista de esta peli.

Como decía Charles Chaplin: “El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto.”

Los Besos No Se Piden, Se Dan

Hay muchos tipos y formas de besos: besos apasionados que hacen que se pare el reloj, besos fugaces de diario, besos de reconciliación untados en lágrimas o besos que son solo el preámbulo de mucho más. Pero hay un tipo de besos que deberían estar prohibidos: los besos de obligación, los rutinarios, los que responden a una queja pidiendo un beso con disgusto de no haberlo obtenido.

Los besos, como los abrazos, no tiene sentido pedirlos, porque lo que los hace especiales es que sean espontáneos, que la persona haya decidido darlos porque sí. Es como cuando nos hacen un regalo por compromiso, que no hace la misma ilusión, por espectacular que sea lo que nos hayan comprado.

No es nada divertido cuando ves una película con alguien que ha decidido acompañarte porque a ti te gusta, pero sabes que no le interesa para nada. Con los besos en realidad nos pasa lo mismo, que no nos saben igual si se dan sin ganas, si notamos o sabemos que el otro no lo está disfrutando tanto como nosotros.

Lo irónico es que a veces pedimos un beso a quien no quiere darlo, por ejemplo, nos encantaría que esa chica sintiera lo que sentimos, o un día cualquiera con la pareja, quisiéramos que en ese momento tuviera las mismas ganas que nosotros de una tarde de besos y sofá. Llega San Valentín, y a algunos nos invade la presión social de que sea una noche única. Perdemos la naturalidad, la magia de lo espontaneo y auténtico. Olvidamos que los mejores besos son los besos improvisados, los inesperados… y que la única forma de que un beso merezca la pena es que los dos lo busquen y el beso suceda.

Más vale dar y recibir besos de calidad, besos de verdad. San Valentín es todos los días, cada vez que nos apetece dar un beso sin motivos. Esos besos que no das tú ni doy yo, sino que damos nosotros, porque en el espacio-tiempo se entremezclan tu voluntad y la mía de forma perfecta, creando esa simbiosis que nos llena mucho más incluso que el puro intercambio salival.

¡La vida es demasiado corta para los besos a medias, los besos sin ganas!

Afrodisíacos: Comer y Follar, Todo Es Empezar

¿Los afrodisíacos son un mito o aumentan de verdad el apetito sexual? Científicamente no está muy claro que haya alimentos que nos pongan calientes. Algunos nos sugieren escenas subidas de tono por el modo en que se comen, como los plátanos, o por la similitud con los genitales, como higos, ostras, papayas, espárragos, etc. Y es que a veces, saber que un alimento tiene fama de cachondos ya nos condiciona.



Otras, solo el hecho de compartir la preparación de la comida puede ser un buen juego erótico: rellenar un pavo con las manos o amasar un pan a medias suena primitivo y sucio. Como el sexo. Porque nos pone, porque es emocionante y distinto y porque todos hemos visto ‘9 semanas y media’ y hemos querido hacer algo parecido aunque finalmente resultáramos un poquito torpes.

¿Pero entonces hay alimentos que nos pongan a tope como tal? ¿O está todo en nuestra cabeza? Pues voy a comprobarlo. A partir de este momento pasaré un fin de semana comiendo alimentos considerados afrodisíacos para ver si el lunes acabo haciendo más guarrerías de lo normal.



Sábado: primer día del experimento

Bol de yogur con avena, plátano y miel

No veo cómo un yogur puede poner a tono, a no ser que lleve como topping Viagra picada. Pero los plátanos tienen vitamina B y potasio, importantes para la producción de hormonas sexuales y dar energía. Como la miel, que libera energía lentamente y ya se usaba en la Edad Media para aumentar la potencia sexual. Por algo se le llama ‘Luna de Miel’. Yo lo he probado y me he puesto de cantidad bien. Que no se diga.



Ostras

Un buen plato de ostras ha abierto más piernas que muchos ginecólogos. Pero para este reto tenía claro que con mi sueldo de nimileurista no podía permitírmelas. El marisco en general es muy rico en zinc, mineral fundamental para la producción de testosterona y estrógenos. En mi caso he comprado clóchinas, un molusco parecido al mejillón que, además de un montón de propiedades, tiene un nombre bastante sugerente. ¿Cochinadas? Sí, por favor.

Aunque hay alimentos con sustancias nutricionales que ayudan a potenciar el deseo sexual, en principio no hacen milagros. Los alimentos que contienen arginina (que actúa como vasodilatador aumentando el flujo sanguíneo a los genitales ), triptófano (considerada la ‘hormona del placer’) y magnesio (que el cuerpo transforma en testosterona y estrógenos) pueden suponer una ayudita extra para entrar en materia. Pero de nada sirve cascarte un kilo de ostras si a ti no te apetece sudar de lo lindo en la cama.

La actitud hace mucho. Por eso, cualquier alimento puede ser afrodisíaco. Recuerda que el órgano sexual más importante es el cerebro. Las fresas con nata servidas en la comida familiar de los domingos delante de tu tía abuela como que no ponen nada. Ofrecerle a tu pareja una fresa con la boca y mojar después el dedo en la nata para que te lo chupe ya suena diferente, ¿no?

Domingo: segundo día del experimento

El batido del amor

Junta en un vaso melocotones (con vitamina C para incrementar la líbido, lo que hará que te enciendas más rápido), avena (que mejora el riego sanguíneo hacia el clítoris y contiene arginina, usada en los tratamientos contra la disfunción eréctil) y zumo de arándanos (esta fuente de antioxidantes es un diurético natural que ayuda a deshincharse, para no preocuparte mientras estás en faena de si se te ve gorda la tripa).



Rollitos de canela con chocolate caliente

La canela estimula el riego sanguíneo en la zona abdominal y los genitales (alargando la erección), pero con la pizca que le eches al arroz con leche no vas a notar nada. El chocolate negro (mínimo 70% de cacao) contiene feniletilamina, una sustancia que provoca euforia al liberar endorfinas y serotonina, estimulantes que aumentan la dopamina, lo que brota en tu cerebro cuando tienes un orgasmo.



Domingo por la noche: evaluación final

Pues sí, llegado el domingo mi orgía culinaria ha acabado. ¿Que si me he sentido indiferente? Quizás sí, pero es que tampoco tengo la costumbre de ir monitorizando minuto a minuto mi libido. Tampoco he estado subiéndome por las paredes, pero sí diría que más receptiva sí que he estado.

Conclusión: mi experimento como cocinillas lujuriosa no me ha convertido en una desenfrenada máquina sexual pero he comido mejor y más variado. Eso ha hecho que esté más feliz y más contenta. Y eso, en el catre, se nota. 

jueves, 11 de febrero de 2016

La fantasía sexual favorita de las mujeres

Un equipo de investigadores de la Universidad de Montreal (Canadá) ha querido averiguar cuál es la fantasía sexual que más se repite por parte de las féminas. Las conclusiones del estudio han sido publicadas en la revista The Journal of Sexual Medicine.



Para ello, contaron con la participación de 1.500 personas, quienes tuvieron que rellenar un cuestionario acerca de sus predilecciones en temática sexual. La comparación de los datos dio como resultado que entre el 50 y 60% de las encuestadas estaban de acuerdo en que su fantasía sexual favorita sería recrear la historia de la famosa trilogía de literatura erótica “50 Sombras de Grey”, esto es, un escenario en el que eran en cierto modo empujadas a someterse a una pareja sexual: convertirse en una sumisa como Anastasia Steele con el Sr. Grey.



“Las personas que tienen fantasías de sumisión también muestran a menudo deseos de dominación. Estos dos temas, por lo tanto, no son excluyentes, sino todo lo contrario”, explicó Christian Joyal, líder del estudio.



Las fantasías sobre sadomasoquismo son muy comunes tanto entre hombres como entre mujeres e históricamente han sido denominadas como conductas sexuales “desviadas”. De cualquier forma, lo importante en este aspecto, subrayan los autores, es que si el acto sexual es violento por naturaleza pero no ha sido consentido por alguna de las partes implicadas, no solo es una señal de comportamiento psicopatológico, sino que también entraña la comisión de un delito.

Todos malinterpretamos las señales del sexo opuesto

En el común escenario de una charla entre un hombre y una mujer en la que esta se interesa por el tema, sonríe y es amable, él lo que cree es que existe un interés sexual. ¿Te suena? La situación al contrario es la misma: un hombre que se siente sexualmente atraído por una mujer que acaba de conocer y le muestra diversas señales pero ella piensa que únicamente está tratando de ser amable. Ambos, hombres y mujeres, malinterpretamos esas “señales” o “pistas” del sexo opuesto, según un reciente estudio del Departamento de Psicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (Noruega) y que recoge la revista Evolutionary Psychology.



Uno de los temas en los que los psicólogos evolucionistas están especialmente interesados es en la psicología sexual de género entre las culturas y los grupos sociales. “La aptitud reproductiva de un hombre, es decir, la cantidad de descendencia que produzca, depende de la cantidad de mujeres a las que él es capaz de dejar embarazadas. Pero esa actitud no funciona para las mujeres”, explica Mons Bendixen, coautor del estudio. De hecho, el riesgo de un embarazo con el consecuente parto, lactancia y crianza del mismo, ha hecho que la psicología de la mujer -a través de miles de generaciones- haya evolucionado a poner el listón más alto; lo que significa que ellas necesitan señales mucho más claras que los hombres antes de considerar mantener relaciones sexuales.



Para su estudio, los investigadores contaron con 308 participantes heterosexuales (siendo el 59% de ellos mujeres) con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años. La mitad de las mujeres y el 40% de los hombres estaban manteniendo una relación sentimental en el momento del estudio. Todos ellos realizaron un cuestionario con idénticas preguntas al estudio realizado en EE.UU. en 2003 con idéntico fin. Los resultados fueron idénticos a los del estudio americano: tanto hombres como mujeres explicaban que sus señales sociales eran malinterpretadas por el otro, pero en el caso de los hombres, estos eran los que más veces malinterpretaban las señales.



“Los resultados no son una sorpresa, visto desde una perspectiva evolutiva-. Lo fascinante es que nuestros resultados son idénticos a un estudio realizado en los EE.UU., a pesar de que Noruega es uno de los países sexualmente más liberales que la mayoría en igualdad de género en el mundo. Este hecho debilita alegaciones alternativas sobre que los roles sociales de hombres y mujeres en diferentes culturas determinan su psicología en estas situaciones”, aclara Bendixen.

¿Cuántas veces al día pensamos en el sexo?

Sin embargo, esta contabilidad es claramente una exageración, a raíz de algunos estudios recientes. De hecho, los pensamientos sexuales no son tan frecuentes como se cree, aunque es difícil dar una cifra exacta. Las investigaciones disponibles arrojan números inferiores a los que tenemos en mente cuando hablamos del asunto. Según un estudio de 2011 de la Universidad Estatal de Ohio, que aplicó unos contadores a los participantes, los hombres piensan en el sexo diecinueve veces al día, y las mujeres, diez. Por su parte, una encuesta llevada a cabo por el psicólogo social Wilhelm Hofmann para la Booth School of Business registra cifras incluso menores. En todo caso, estamos lejos del manido “los hombres siempre están pensando en lo único”.

¿De dónde viene entonces la idea de que los pensamientos eróticos son omnipresentes? La psicóloga Terri Fisher, directora del citado estudio realizado en internet junto a su equipo de investigación de la Universidad Estatal de Ohio, aventura una hipótesis: la obsesión erótica está bien vista y las personas que más fantasean con el sexo –en su investigación un hombre alcanzaba los 388 pensamientos diarios y una mujer, 280– alardean de ello. Para llevar a cabo su experimento utilizaron "contadores de clics". Se los dieron a 283 estudiantes universitarios divididos en tres grupos y les pidieron que presionaran y registraran cada vez que pensaran en sexo, comida o sueño. En el estudio, el hombre promedio tenía 19 pensamientos sobre sexo al día. Una cifra mayor que la de las mujeres, que registraban aproximadamente 10 pensamientos al día.

Sin embargo, los hombres también tenían más pensamientos sobre la comida y el sueño, lo que sugiere que quizá ellos son más propensos a tener impulsos placenteros en general. En todo caso, concluía Fisher, tener la mente ocupada con el erotismo y hablarlo en público se suele relacionar, falsamente, con una intensa vida sexual. No ocurre así, por ejemplo, con la comida o el sueño, dos necesidades básicas que ocupan buena parte de nuestra vida mental y de las que normalmente no nos vanagloriamos.

Consecuencias de la abstinencia sexual no deseada

Mantener relaciones sexuales a menudo tiene una gran cantidad de beneficios para nuestra salud como ya hemos podido ver anteriormente. Pero, ¿qué pasa cuando pasamos largas temporadas sin practicar sexo sin ser nuestra propia elección?



Un estudio llevado a cabo por el Royal Infirmary de Edimburgo (Reino Unido) puso de manifiesto que practicar relaciones sexuales tres veces por semana es una buena forma de rejuvenecer nuestro organismo, ya que nos hace aparentar entre 7 y 12 años menos.



Sin embargo, a pesar de que la actividad sexual puede ser variable, la abstinencia o no empleo de los genitales en la actividad sexual, puede revelar debilidades de la personalidad, ya que, el ayuno sexual puede aumentar por ejemplo, el riesgo de depresión y empeorar la autoestima.



De todas formas, si la abstinencia se produce motu proprio, por viudez, enfermedad o elección personal, y no por cualquier otro motivo (miedo, inseguridad...), no provoca ninguna consecuencia negativa.



Tanto las mujeres como los hombres, tras períodos de tiempo largos sin practicar sexo, tienden a dudar de su “eficacia sexual” y pueden sentir miedo de cara a la penetración tras el periodo de abstinencia. Sin embargo, se trata de una batalla meramente psicológica que con caricias, masajes y besos puede resolverse de cara a no tener dificultades para lubricar ni a sentir dolor durante el acto sexual.