A nadie le sorprende que hoy en día las parejas se separen y rehagan sus vidas como por arte de magia. Atrás quedaron esos primeros amores adolescentes que perduran hasta la vejez. Las personas se alejan y comienzan una nueva relación, pero ¿qué ocurre en ese espacio temporal entre la última ruptura y el nuevo amor? A veces no existe. Y ese, es el motivo de múltiples complicaciones a la hora de empezar de cero. La falta de pausa entre parejas, y la inexistencia del temido letargo llamado soltería.
Dice el refranero popular que ‘un clavo saca otro clavo’. Patrañas. El nuevo clavo encona al anterior y claro, luego se oxida y llegan los lamentos. No pasa absolutamente nada por afirmar que no nos gusta estar solos, es algo natural. Queremos tener un compañero que de forma paralela viva nuestra historia, nos coja de la mano y nos bese por las mañanas, nos apoye en momentos difíciles y con quien disfrutar de la vida en compañía. Por eso antes de lanzarnos de lleno a por una nueva aventura sentimental, deberíamos oxigenar nuestro corazón y nuestra mente de la anterior.
Tenemos que deshacernos del pasado, desempolvar nuestro yo con la mayor diligencia posible. Entonar en voz alta el ‘yo, me, mí, conmigo’, y punto. Si no lo hacemos será igual que fregar sin haber barrido previamente, exactamente igual, que puede dar un aspecto de limpieza pero la suciedad de antaño sigue por ahí, yendo de aquí para allá sin dejarte avanzar. Como esa situación tan familiar de tener una cita, y que la otra persona saque continuamente todo lo que hacía o dejaba de hacer con su anterior conquista. Huyamos de eso a la primera de cambio, porque es un claro ejemplo de que no ha barrido lo suficiente, y le convendría una buena dosis de soltería forzosa.
Es evidente que no es plato de buen gusto ponerse a barrer. La pereza que causa borrar las fotos del teléfono, o peor aún, borrar la conversación de whatsapp e incluso dejar de seguir a esa persona en las redes sociales. Más que pereza, es una sensación agridulce, e incluso dolorosa cuando es reciente, pero completamente necesario para poder continuar. Dejar atrás los apelativos cariñosos, las canciones, sus costumbres, sus manías y un sinfín de detalles que recubrieron los huecos de tu pasado. Repitamos una vez más, pasado. Porque ahora el presente somos nosotros mismos, sin más historias.
Otro caso que sucede con mucha frecuencia, y que es archiconocido por todos, es ese alguien que cambia de pareja como de ropa interior. Una facilidad pasmosa para pasar de una a otra sin restaurar sus sentimientos, así sin más. Que hasta pensamos que tienen un don para ello. Aunque seamos sinceros, la mayor parte de estos casos, se debe a un miedo atroz a la soledad.
Pero como todo, tiene su lado positivo, o lo que es lo mismo, de cualquier situación difícil, o en algunos casos dramática, podemos sacar un lado bueno. Que tener pareja es genial, pero cuando vivimos solos, tenemos únicamente nuestras propias preocupaciones, inquietudes, alegrías o fracasos. No debemos dar cuenta de nada a absolutamente nadie, ni explicaciones que ofrecer aunque sea por mera cortesía. Es una etapa que hay que vivir, sin alicientes que nos ayuden a enmascarar que hemos pasado página y que todo va bien. No es obligatorio dar una apariencia de estar completamente recuperados, cada cosa lleva su tiempo.
Por eso debe convertirse en el último paso de las etapas de una ruptura, estar solos porque sí, por decisión propia y como cura necesaria para el bienestar de nuestro futuro sentimental. Ya lo decía el personaje Carrie Bradshaw: “Se necesita el doble de tiempo que has estado saliendo con una persona para olvidarla“.
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