sábado, 21 de marzo de 2015

Descubre cuál es tu piedra preciosa y su significado

¿Te has preguntado alguna vez cuál es la piedra preciosa que más va contigo? Desde el principio de los tiempos de la humanidad las piedras preciosas han excitado la imaginación del hombre. Todas las culturas les han otorgado propiedades mágicas, considerándolas poderosos talismanes y símbolos de poderes ocultos. Se les dio un valor que iba más allá de ser meros objetos de embellecimiento y con el tiempo se convirtieron en moneda de cambio, objeto de lujo y símbolos de riqueza y opulencia.

Las piedras preciosas en la Antigüedad

La ambición de poseer una piedra preciosa se inspira tanto en la fascinación que ejerce su belleza, como en su escasez o el deseo de tener el poder, la elegancia o el glamour que proporcionan. Cuando piedras preciosas como el jade, la turmalina, los zafiros y rubíes fueron conocidos por primera vez en la Antigua Grecia, la imaginación helénica, enamorada de las simetrias y la belleza de aquellos objetos de la naturaleza, asimiló cada piedra con un mes y un signo del Zodíaco. Se fue asentando la creencia de que llevar la piedra correspondiente al mes de nacimiento otorgaba una protección especial, mágica.
Con el tiempo un primer calendario de las piedras preciosas que corresponden según mes quedó así:

Enero, mes de jacinto o circonio

Febrero, mes de la amatista

Marzo, mes del jaspe

Abril, mes del zafiro

Mayo, mes del ágata

Junio, mes de la esmeralda

Julio, mes del ónice

Agosto, mes de la cornalina

Setiembre, mes del crisolito

Octubre, mes del berilo

Noviembre, mes del topacio

Diciembre, mes del rubí.

Las piedras preciosas por mes y su significado

Esta lista fue variando con el paso de los siglos al ir difundiéndose más el uso de nuevas piedras preciosas como el ópalo, el diamante o las perlas, muy populares en la Europa moderna.
Como consecuencia comenzaron a circular nuevos calendarios, entre ellos, éste que varía la correspondencia por mes e introduce  nuevas piedras preciosas:

Enero, mes del granate. Piedra asociada a la creatividad, la imaginación y la comunicación. Se recomienda para evitar depresiones y tener un ánimo positivo.

Febrero, mes de las perlas. Son símbolos de la pureza, la humildad y la sencillez.

Marzo, mes del ónice. Se supone que otorgan fuerza espiritual y física y ayudan a controlar las emociones.

Abril, mes del diamante. Es símbolo de la perfección, la pureza y amuleto contra todo tipo de mal.

Mayo, mes de la esmeralda. Es la piedra de la prosperidad, la sabiduría y el amor.

Junio, mes de la amatista. Piedra protectora que ayuda a la clarividencia, calma las emociones intensas y ahuyenta a negatividad.

Julio, mes del rubí. Es conocida como la piedra del éxito y la salud. Ayuda a canalizar la energía positiva.

Agosto, mes de la aguamarina. Es la piedra de la felicidad y la alegría.

Setiembre, mes del zafiro. Es la piedra de éxito, la fama, la intuición y la sabiduría. Tiene poderes curativos.

Octubre, mes del ópalo. Está considerada la piedra de la esperanza y se tiene por amuleto protector de todos los males.

Noviembre, mes del topacio. Es la piedra de la simpatía, la sociabilidad y el optimismo. Se aconseja utilizarla cuando se comienzan nuevas relaciones, nuevos trabajos o proyectos.

Diciembre, mes de la turquesa. Símbolo de la abundancia, se la considera un amuleto único para protegerse del mal de ojo y atraer la suerte y la amistad.

Sea cual fuera la piedra preciosa que te corresponda, lo más importante es que realmente sea la que te guste, tanto para lucir como para regalar. El auténtico valor de una joya es el que tú le acabes dando. ¿A tí qué te parece? ¿Coincide la piedra de tu mes con la que más te gusta?

viernes, 13 de marzo de 2015

Sabrás Lo Que Es Amar Cuando Aprendas A Perdonar

Aunque ha pasado tiempo desde mi primera relación, si es que se la puede llamar así, todavía sigo dándole vueltas. Me pregunto qué habría pasado si no hubiese sido tan cobarde. Si me hubiera atrevido a sentir lo que sentía. Si hubiese puesto a esa persona por delante de mis necesidades. Pero cuando le comento todo esto, ella siempre me dice lo mismo: que deje de vivir en el pasado. Supongo que todavía tengo que aprender a perdonar… empezando conmigo mismo.

Por desgracia, no es tan sencillo, o al menos no lo es para mí. El caso es que me cuesta mucho olvidarlo. Ella fue la primera persona que me dijo claramente que me quería, y yo fui tan estúpido de pasarlo por alto. Pero el amor es tan astuto como irónico porque, algunos años después, fui yo el que empezó a sentir algo por ella.

No sé qué cojones esperaba. ¿Creía, acaso, que ella se lanzaría a mis brazos como pasa en las películas? ¿Que todo sería tan bonito como lo describen los libros? Puede que casi tenga 25, pero a veces me comporto como un adolescente.

Sí, la cosa estuvo bien al principio, pero luego me di cuenta de que no la conocía. Ni ella a mí. Pero ella era lo bastante madura como para saber  lo que quería, mientras que yo estaba cegado por no sé qué ilusiones. Versión corta: el amor es algo más que besitos en el parque.

La versión larga es que ella atravesaba un mal momento y yo estaba encoñado. No fui capaz de aceptar que ella no quería una relación, y menos una relación conmigo. Que el momento había pasado, que ya era tarde. Y que, aunque no lo fuera, yo no iba a poder darle lo que ella necesitaba. Estaba fuera del juego, solo que aún no lo sabía.

Lo demás es historia. No hubo ninguna “ruptura” porque no había nada que romper. Sencillamente, dejamos de vernos. Y aquí estoy, perdido en una ciudad enorme con su fantasma apareciéndose de vez en cuando. Por fortuna, hace poco me dio por escribirle y ella me respondió con la mejor noticia que podría haberme dado: ahora está saliendo con alguien, alguien que la trata como se merece.

Debo admitir que al principio me quedé de piedra y que una parte de mí gritó de frustración. Pero ahora que sé que ella ha pasado página, puedo empezar a hacerlo yo también. Al fin puedo empezar a perdonarme a mí mismo y dejarme de tanto melodrama. Por fin puedo empezar a olvidar.

Y es que olvidar no es negativo si se trata de perdonar; porque al perdonar dejas atrás las cosas malas y te quedas solo con lo bueno. Dejas de mirar a esa persona como la que te hirió y vuelves a verla como la que te amó.

Por eso no sabrás lo que es amar hasta que aprendas a perdonar, aunque eso implique cerrar para siempre un capítulo de tu vida.

Por Qué No Deberías Volver Con Alguien Que Te Ha Hecho Daño

Hay personas por las que no puedes evitar sentirte irremediablemente atraído. Hay veces que es alguien con quien estás saliendo desde hace tiempo, y otras veces, simplemente, alguien a quien acabas de conocer con quien has conectado. Pero cada vez que lo ves, te sientes incapaz de no perderte en sus ojos, sus palabras, su sonrisa, sin importarte lo más mínimo que pueda arrastrarte al vacío.

Y es que existe un cierto tipo de persona que simplemente es tóxica. Y nosotros, de algún modo, lo sabemos, pero sin embargo tienen un halo irresistiblemente insano de atracción a su alrededor que hace que los sintamos a la vez tan cerca de nosotros como totalmente fuera de nuestro alcance.

Y no nos importan las señales, es como si nos aferrásemos a cualquier mínimo detalle para seguir manteniendo viva la esperanza. Una esperanza creada tal vez de manera intencionada o no, pero que hace que te encuentres a ti mismo construyendo castillos en el aire.

Porque no hay nada que te pueda alegrar más el día que un mensaje suyo en el móvil, porque quieres creer que la forma en que te mira cuando estáis a solas es tan especial como la tuya, porque cada vez que te dice cuánto le gustas, de verdad quieres creerle. Sin embargo, esas palabras llegan a una parte de tu ser en que el dolor es capaz de transformarse en placer, el dulce placer del dolor.

Un dolor que tú mismo buscas y que acaba convirtiéndose en un círculo vicioso. Porque a pesar de que sepas que esa persona no te conviene porque te hace daño, no puedes dejar de verle, cegado por las esperanzas de que las cosas cambiarán.

“Quizás esta vez sea diferente”, te repites cada vez que vuelves a caer con ingenuidad deliberada (cuando sabes perfectamente que volverá a ocurrir lo mismo). Pero aun así, haces la vista gorda.

Al final, es normal que te acabes dando de bruces con la realidad. Y no te ha pasado una vez, ni dos, ni tres, y seguramente, te volverá a pasar. Sin embargo, prefieres dejar la racionalidad de lado a la hora de tomar tus decisiones, a pesar de que sabes lo que está pasando, cuáles van a ser las consecuencias y que esa relación no está bien.

Pero no eres tonto, sabes perfectamente la diferencia entre ser la prioridad para alguien y ser su opción. La gente que te quiere va a intentar ayudarte para que abras los ojos. Sin embargo, tú vas a pasar de escuchar los consejos de tus amigos porque prefieres mil veces estar a su lado rodeando su cuello con tus brazos. Por suerte, con el tiempo, la racionalidad suele acabar ganando.

Y es que nos dicen desde pequeños que jamás debemos conformarnos con menos de lo que nos merecemos. Entonces, ¿por qué muchas veces lo acabamos haciendo? No debemos cederle parte de nuestro poder a alguien que no ve lo especiales que somos y que no nos valora como merecemos. Y, quizás, a veces dudemos al pensar que nuestras expectativas son demasiado altas, o que somos nosotros quienes tenemos algún problema, que no podemos controlar lo que sentimos… Sin embargo, lo que sí que podemos controlar es cómo permitimos que nos traten.

Y sé que a veces es duro, que puede ser percibido como un rasgo de una persona débil y emocionalmente inmadura, y hasta cierto punto es así.  Así que, por mucho que nos guste creer que la persona a la que queremos sería capaz de cambiar por nosotros o gracias a nuestro amor, la realidad es que jamás lo hará. Y es importante reconocerlo y aceptarlo.

Y es que hay veces que por mucho que quieras o te sientas atraído por alguien, simplemente, el sacrificio no vale la pena.

A Toda La Gente Que Nos Dice Que No Podemos Cambiar Las Cosas

Y no hablo de la gente negativa y derrotista, ni de los que se quedaron escaldados después de intentarlo muchas veces; hablo de los que nunca han hecho ni quieren hacer nada. Hablo de los conformistas, de los cínicos, de los que sudan de todo y de todos y casi alardean de ello. Hablo de los que no se esfuerzan por cambiar nada pero siempre tienen fuerzas para criticar a quienes lo intentan. Hablo de toda esa gente que no mueve un dedo pero tacha de gilipollas a cualquiera que se deje la piel en intentar hacer del mundo un sitio un poquito mejor.

Porque, esencialmente, esa es su excusa para no hacer nada, que no hay nada que podamos hacer. Y su zona de confort la acolchan con los fracasos y equivocaciones de todos aquellos que no están haciendo otra cosa que allanar el camino a los cambios que pueden estar por venir.

Son aquellos que siempre tienen un “¿Te crees que tú solo vas a cambiar algo?” debajo de la manga y nunca dudan en intentar desmoralizar a los idealistas con algún chiste cogido con pinzas. Para empezar, “tú solo” sí que puedes cambiar algo, puede que no el mundo, pero sí algunas cosas. Las decisiones individuales que tomamos afectan a nuestro entorno, y cada pequeña acción es un pasito más hacia el cambio. Hay que ser bastante ignorante y corto de miras para pensar que todos los cambios de la humanidad han nacido de miles de personas revolucionándose a la vez. Muchas veces los cambios llegan poco a poco, y nacen, se difunden y se consolidan persona a persona.

Me hace especial gracia cuando tratan de invalidar los buenos propósitos de alguien por no abarcar todas las buenas acciones del mundo, como si ayudar tuviera que ser un “todo o nada”. Desde su planteamiento, dicen gilipolleces como “Me parece fatal que intentes ayudar a los animales cuando hay gente que se muere de hambre”. Claramente, es su forma de sentirse mejor consigo mismos siendo unos egoístas; toda ideología y acción parece ridícula desde su mirada de indiferencia hacia todo, y es muy cómodo y fácil reírse de los demás mientras están tumbados en el sofá.

Supongo que el mayor problema de este tipo de gente es que es incapaz de valorar todo lo que te aporta lo que en teoría no te aporta nada. Que tienen la mirada tan fija en un primer plano de su ombligo que no pueden ver más allá de lo que suponga un claro beneficio para ellos. Seguramente sea una pérdida de tiempo explicarles que el tratar de ayudar a los demás, poner tu granito de arena, es un premio en sí mismo. El premio de saber que te esfuerzas por ser la mejor versión de ti mismo que puedes llegar a ser, el saber que estás vivo porque las cosas te enfadan o te conmueven, que ni puedes ni quieres echar la vista a un lado ante lo que consideras injusto. Esa gente ni siquiera sabe que mientras esas personas de los que ellos se burlan están viviendo de verdad, ellos, por decisión propia, solo viven a medias.

‘Te Lo Dije’, La Frase Más Inoportuna En La Historia De La Humanidad

Ya sabéis que me apasiona el Batman de Christopher Nolan; así que cuando me pidieron escribir sobre este tema, tenía que citar a Alfred, fiel mayordomo del hombre murciélago. El personaje interpretado por Michael Caine advierte a Bruce sobre las consecuencias de sus actos pero también admite que no le gustará estar ahí para verlo. Esto os tiene que sonar de algo… ¿No os habéis sentido nunca como Alfred? ¿Y como Bruce?
Reconozcámoslo: nos encanta llevar la razón. Por eso tenemos que tener siempre la última palabra. Y si esa palabra es un “te lo dije”, mejor que mejor. La cuestión es quedar como el sabio del grupo aunque no sepamos de qué va la historia. Así que esperamos al momento oportuno como quien saborea el clímax de una película; solo entonces lo decimos: “Te lo dije”. Y nos quedamos tan panchos.

Pero si de verdad eres amigo de esa persona, solo necesitarás mirarle a la cara para recordar lo que tú sentiste la última vez. Ya sabes, aquella en la que hiciste lo que tú querías y no lo que te aconsejaban, cuando las cosas se torcieron y acabaste hecho polvo. Lo peor vino cuando al lumbrera de turno se le ocurrió pronunciar las palabras mágicas: “Te lo dije”. A eso es a lo que yo llamo un golpe bajo…

Me entiendes, ¿verdad? Hablo de esas ocasiones en las que alguien te suelta la frase más inoportuna. Justo cuando habías conseguido tomarte el problema con calma, llegan y te lo restriegan. Como si no supieras ya que has metido la pata hasta el fondo…

Ya te habrás dado cuenta de que no es lo mismo aconsejar que mortificar. Y es que esta expresión, “te lo dije”, no le hace ningún favor a nadie, salvo a nosotros mismos. Es tu ego el que sale fortalecido, pero a tu amigo lo machacas. Y lo último que necesita después de haberla cagado es que llegues tú a ponerle la zancadilla.

Por eso, todos somos Alfred; porque cuando llega el momento de decir “te lo dije”, no nos apetece hacerlo. Y también somos Bruce, porque a todos nos han restregado nuestros errores, con mayor o menor tacto. Lo bueno es que esta doble identidad nos permite hacer un pequeño ejercicio de empatía, para que seamos más prudentes la próxima vez.

Consejo milenial: a veces, la mejor ayuda es guardar silencio.

martes, 3 de marzo de 2015

Por Qué Necesitamos Tocarnos Más Allá del Sexo

La línea fronteriza entre el tú y el yo se desdibuja cuando tocamos a alguien. Una mano en el hombro, una caricia en la cara, un abrazo de muchos segundos… y hay miles de esquemas mentales que se rompen, diferencias que se diluyen y teorías que se quedan cortas… El lenguaje que no necesita palabras, y la emoción que no cabe en ellas.

También pasa cuando nos tocamos a nosotros mismos, que creamos un puente entre esos diferentes yoes que viven ajenos muchas veces los unos a los otros: el racional, el emocional y el físico.No me refiero al tacto sexual, sino al tacto en general, a tocar a la persona o a uno mismo, como una forma de comunicación y conexión. Tocar la cara, el pelo, las manos, las piernas… La piel es sensible en todos sus rincones, y es una puerta a una forma de expresión que a menudo ignoramos.

Estamos embotados de información que nos entra por los ojos y que nos satura los oídos, pero la sutileza de los otros sentidos, como el aroma de una persona, el gusto único de un plato o la sensación de la hierba en los pies descalzos son experiencias de la vida que necesitan abrirse a sentidos normalmente dormidos en nosotros, o atrofiados en gran medida.

Esto ocurre mucho con el sentido del tacto. Nuestra cultura toca más que otras, probablemente, pero en muchos casos se sigue reservando el “derecho a roce” para los amantes, y deja a los padres, los amigos, los hermanos… fuera del ámbito corporal. Pero somos seres físicos, con un cuerpo que siente y que recoge también su información por la piel, y al mismo tiempo la comunica por esta vía, entre otras.

Los otros animales no tienen tantos problemas con el tacto como nosotros. El que conviva con un perro o acostumbre a tratar con caballos sabrá hasta qué punto piden ser tocados y acariciados, y se comunican con ese lenguaje. Es cierto que nosotros tenemos las palabras, y nos sirven para decir algo de una manera que ya no hace falta mostrarlo con un gesto, pero en todo caso necesitamos también tocarnos, más de lo que creemos.

Dicen que los niños que son tocados desarrollan una mejor autoestima, y que los abuelos o enfermos que se les coge de la mano y se les acaricia tienden a mejorar su salud. Pero los que nos encontramos entre estos dos extremos, desde los mileniales hasta las generaciones mayores, no es que lo necesitemos menos, sino que de alguna manera resistimos mejor sin notarlo demasiado y al mismo tiempo matamos un poco esa sed con el sexo. Pero incluso en las relaciones de pareja una dosis de tacto sin más implicaciones ayuda a establecer otras formas de conexión, y a descubrirse y conocerse más.

Por eso necesitamos desaprender tantos prejuicios que nos hacen creer que un abrazo significa necesariamente que “somos algo más”, o que un beso no es propio de amigos, y es mejor dar dos. Hay tantas experiencias que nos perdemos, o regalos que no hacemos o no recibimos cuando no nos atrevemos a ser mal interpretados, o evitamos un excesivo afecto por miedo a molestar o a vincularnos demasiado… El abrazo de un amigo el día en que más lo necesitamos, o un beso rozando el labio de la persona que podría darlo en pleno centro, o la caricia suave de un padre a su hijo cuando se acuesta a dormir, o coger de la mano al abuelo que no quiere ya soltarla.

Consejo milenial: abraza y déjate abrazar más a menudo.

Olvida El Pasado, Vive El Presente, Domina El Futuro

Nos pasamos media vida recordando el ayer, regodeándonos en nuestros éxitos o revolcándonos en nuestras miserias. La otra media nos la pasamos planificando el mañana. Pensando en que queremos tener más de lo que tenemos hoy para que en su día, cuando miremos atrás, podamos ver cuánto hemos mejorado. Y ninguna de estas cosas estaría mal si no fuese porque entre recordar el pasado y planificar el futuro te has olvidado de vivir el presente; y este es el mayor error que se puede cometer.

Winston Churchill dijo: “Si el presente trata de juzgar el pasado, perderá el futuro”. Un mensaje similar al del último vídeo de Adidas, parte de la campaña que promociona los productos de su línea Best of Sport, porque si una cosa nos enseña el deporte, es que lo único que importa es lo que hagas hoy; algo tan sencillo como cierto.
Nuestra vida, todo lo que hacemos con ella, es una historia de la que solo nosotros somos responsables. Parafraseando a otro sabio: “No podemos elegir el mundo en el que vivimos, pero sí qué hacer con el tiempo que se nos ha dado”. Y el tiempo que se nos ha dado es el hoy; ni el ayer, ni el mañana. Y sí, el sabio es Gandalf.

La única verdad absoluta sobre el pasado es que no va a volver. Da igual lo bien o lo mal que te fuese, da igual que alcanzases el mayor de los éxitos o que probases las derrotas más amargas; ya a nadie le importa, porque ahora estás aquí. Hay quienes se empeñan en hacer del pasado un lugar permanente en el que vivir, y atascados en sus recuerdos solo están consiguiendo perder un valioso tiempo que no recuperarán. Un tiempo que podrían aprovechar para seguir avanzando en su camino por la vida, para seguir mejorando, porque lo que fuiste ayer no te hace ser mejor o peor hoy.

Sobre el futuro, lo único que sabemos con certeza es que es incierto. No creo que haga falta que te digamos que por más planes que hagas, por más que te esfuerces en prepararte para tener un porvenir brillante, nadie te puede asegurar que se vaya a cumplir. De hecho, y por más frío que suene, nadie nos asegura que mañana sigamos aquí. Las circunstancias cambian rápido, lo hacen sin pedir permiso y, en la mayoría de ocasiones, sin que podamos hacer nada para evitarlo. Planificar el futuro está bien, de hecho es ahí donde vivirás el resto de tu vida, pero perder demasiado tiempo pensando en algo que podría no llegar no parece la decisión más inteligente.

En cambio, el presente ya lo conoces, no tiene trampas. En esta historia que es tu vida, las páginas que pasaron no se pueden reescribir, y las que están por llegar son un absoluto misterio; sin embargo, cada uno de nosotros al levantarse por la mañana tiene ante sí una página en blanco. ¿De verdad vale la pena llenarla con algo que ya viviste? ¿Incluir historias que huelen a viejo en lugar de hacerle hueco a todo lo que está por venir? Cuesta creer que alguien lo pueda pensar. Cada día es una oportunidad única para ser quien quieras ser, hacer lo que quieras hacer, y llegar donde quieras llegar.

No hay límites. Si quieres aprovechar al máximo tu historia, vive el presente para que en el futuro puedas decir que el pasado realmente valió la pena.

¿Somos Tan Originales Como Nos Creemos?

Nos creemos originales, únicos e irrepetibles, no solo como personas, sino también como generación milenial, como sociedad moderna o como país. Pero hay quien dice que no se puede volver a inventar la rueda, y que por mucho que pretendamos ser originales, todas las personalidades, modas, inventos o ideas que podamos tener serán una copia muy parecida de algo que ya ha existido anteriormente. Por eso, Mark Twain decía que todas las ideas son de segunda mano, ¿será que todas las personas también son de segunda especie, clones de otras personalidades anteriores a las que se parecen o imitan?

En una ocasión, antes de que toda la tecnología se inventase, e incluso antes de que existiese el teléfono o la luz eléctrica, ya dijo alguien que todo se había inventado, y que no quedaba nada por crear. Pero después de que los desertores de la creatividad dictaron su sentencia de muerte, aún llegarían miles de invenciones y genialidades que el mundo ni imaginaba, aunque Julio Verne las soñase en sus novelas. Fueron los que creyeron que se podía ir más allá los que se atrevieron a dar el salto, igual que son las personas que se sienten libres de romper los moldes las que crean moldes nuevos, aunque siempre haya quien prefiera aprovechar los moldes ya creados que el trabajo de fabricarse el propio.

Las personas tenemos una doble tendencia, como dos caras de la misma moneda: por un lado, queremos diferenciarnos, sentirnos especiales y destacar, pero a la vez queremos formar parte de un grupo, sentir que pertenecemos a algo y que cuentan con nosotros. A algunos les puede más el afán de diferenciarse y otros, en cambio, prefieren sentirse reconocidos en los otros. Pero incluso aquel que se siente feliz en la soledad busca cómplices en ella, o el que pretende romper los moldes a toda costa tiende a juntarse con otros que hacen lo mismo, por lo que al menos en romper moldes no son originales. Por otra parte, aquellos que venderían su autenticidad por una mirada de aprobación no pueden evitar seguir siendo únicos en alguna medida.

En cierto modo somos como los unicornios, que no son ni totalmente originales ni absolutamente corrientes. Científicamente, está demostrado que no existen en el Planeta dos huellas dactilares exactas, dos códigos genéticos idénticos, con lo que cada persona es única, al menos genéticamente hablando. Puede que combinemos muchas cualidades que han existido anteriormente, como el unicornio tiene características del caballo y otras del antílope y de la cabra, pero no es un caballo ni una cabra, sino algo nuevo, original y único, fruto de una combinación, como se juntan las letras formando nuevas palabras o se combinan acordes y crean nuevas melodías únicas.

Somos melodías únicas que han tomado sus notas prestadas de viejos acordes. La originalidad llega sola sin que la busquemos, porque ya nuestra existencia ha marcado una línea de comienzo, con una genética única e irrepetible que nadie más tendrá nunca. No necesitamos demostrar que somos especiales, porque ya lo estamos siendo, y lo hemos sido siempre. Pero tampoco podemos olvidar que somos parte de algo más, que pertenecemos a un todo más grande que tiene muchos de nuestros acordes y notas.

Consejo milenial: sé tú mismo, y la originalidad ya vendrá sola.

No Tienes Por Qué Sentirte Solo: Te Tienes A Ti Mismo

¿Lo que nos da miedo es estar solos o sentirnos solos? Podríamos decir que existen dos clases de soledad: la física y la emocional. Contra la primera, a veces poco podemos hacer, pero la segunda es otra historia. Puedes estar solo y sentirte acompañado. Es más, puedes estar solo y sentirte genial.

¿Por qué tienes miedo a estar solo?
Según la psicóloga Adriana Reyes, nos asusta la soledad porque nos aterra la verdad. Cuando estamos solos, no hay nada que nos distraiga; entonces nos topamos con nosotros mismos. Y esa experiencia nos asusta porque no sabemos lo que nos vamos a encontrar. Pero el choque con tu yo interior no es ninguna pesadilla. Al contrario, es una oportunidad.

Si te sientes solo, habla contigo mismo
Conocerse a uno mismo es imprescindible para alcanzar tus metas personales y profesionales. ¿Y cómo puedes conocerte a ti mismo? Pues igual que conociste a tus amigos o a tu pareja: hablando. Si te sientes solo, busca en tu interior y encontrarás al compañero ideal.

Piensa en el típico introvertido, ese que se mete en su concha aun en medio de la fiesta. A lo mejor te parece penoso, pero piénsalo mejor. ¿No hay veces que te apetece dar un garbeo por ahí a solas? El motivo es el mismo: buscar a ese “amigo imaginario” que tan bien sabe escucharnos y que ahuyenta la soledad mejor que un mogollón de gente borracha.

Si aún necesitas compañía, acude a tus recuerdos
Con todo y con eso, a veces te sientes solo y no puedes evitarlo. Dudas de ti mismo, te crees perdido y necesitas que alguien te consuele. Para esos momentos, se recomienda acudir a tus seres queridos, incluso aunque no estén contigo. Es lo que los psicólogos llaman una “imagen de apoyo”.

¿Y qué es una imagen de apoyo? Tan simple como imaginarte a tus padres junto a ti. O a tus abuelos. Cualquier persona con la que siempre te hayas sentido seguro. Es como cuando meditas, que buscas tu “lugar feliz”. Piensa que esa persona está a tu lado, abrazándote y dándote ánimos. No es tan difícil porque, a fin de cuentas, sí que está contigo, de una u otra forma.

Puedes estar solo sin sentirte solo
Es inevitable quedarse solo de vez en cuando, pero no tienes por qué sentirte solo. En realidad, lo único que haces es cambiar la compañía de otros por la tuya propia; y aunque somos animales sociales, nunca viene mal tomarse un café con tu yo interior.

Te sorprenderá lo que puedes aprender.