Hay personas por las que no puedes evitar sentirte irremediablemente atraído. Hay veces que es alguien con quien estás saliendo desde hace tiempo, y otras veces, simplemente, alguien a quien acabas de conocer con quien has conectado. Pero cada vez que lo ves, te sientes incapaz de no perderte en sus ojos, sus palabras, su sonrisa, sin importarte lo más mínimo que pueda arrastrarte al vacío.
Y es que existe un cierto tipo de persona que simplemente es tóxica. Y nosotros, de algún modo, lo sabemos, pero sin embargo tienen un halo irresistiblemente insano de atracción a su alrededor que hace que los sintamos a la vez tan cerca de nosotros como totalmente fuera de nuestro alcance.
Y no nos importan las señales, es como si nos aferrásemos a cualquier mínimo detalle para seguir manteniendo viva la esperanza. Una esperanza creada tal vez de manera intencionada o no, pero que hace que te encuentres a ti mismo construyendo castillos en el aire.
Porque no hay nada que te pueda alegrar más el día que un mensaje suyo en el móvil, porque quieres creer que la forma en que te mira cuando estáis a solas es tan especial como la tuya, porque cada vez que te dice cuánto le gustas, de verdad quieres creerle. Sin embargo, esas palabras llegan a una parte de tu ser en que el dolor es capaz de transformarse en placer, el dulce placer del dolor.
Un dolor que tú mismo buscas y que acaba convirtiéndose en un círculo vicioso. Porque a pesar de que sepas que esa persona no te conviene porque te hace daño, no puedes dejar de verle, cegado por las esperanzas de que las cosas cambiarán.
“Quizás esta vez sea diferente”, te repites cada vez que vuelves a caer con ingenuidad deliberada (cuando sabes perfectamente que volverá a ocurrir lo mismo). Pero aun así, haces la vista gorda.
Al final, es normal que te acabes dando de bruces con la realidad. Y no te ha pasado una vez, ni dos, ni tres, y seguramente, te volverá a pasar. Sin embargo, prefieres dejar la racionalidad de lado a la hora de tomar tus decisiones, a pesar de que sabes lo que está pasando, cuáles van a ser las consecuencias y que esa relación no está bien.
Pero no eres tonto, sabes perfectamente la diferencia entre ser la prioridad para alguien y ser su opción. La gente que te quiere va a intentar ayudarte para que abras los ojos. Sin embargo, tú vas a pasar de escuchar los consejos de tus amigos porque prefieres mil veces estar a su lado rodeando su cuello con tus brazos. Por suerte, con el tiempo, la racionalidad suele acabar ganando.
Y es que nos dicen desde pequeños que jamás debemos conformarnos con menos de lo que nos merecemos. Entonces, ¿por qué muchas veces lo acabamos haciendo? No debemos cederle parte de nuestro poder a alguien que no ve lo especiales que somos y que no nos valora como merecemos. Y, quizás, a veces dudemos al pensar que nuestras expectativas son demasiado altas, o que somos nosotros quienes tenemos algún problema, que no podemos controlar lo que sentimos… Sin embargo, lo que sí que podemos controlar es cómo permitimos que nos traten.
Y sé que a veces es duro, que puede ser percibido como un rasgo de una persona débil y emocionalmente inmadura, y hasta cierto punto es así. Así que, por mucho que nos guste creer que la persona a la que queremos sería capaz de cambiar por nosotros o gracias a nuestro amor, la realidad es que jamás lo hará. Y es importante reconocerlo y aceptarlo.
Y es que hay veces que por mucho que quieras o te sientas atraído por alguien, simplemente, el sacrificio no vale la pena.
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