Sigmund Freud dijo alguna vez que “una persona feliz nunca fantasea, solo una insatisfecha”. ¡Y qué equivocado estaba! Casi todos los estudios sobre sexualidad que se han desarrollado en los últimos años han demostrado por qué es bueno tener fantasías sexuales. De hecho, las personas más activas y satisfechas sexualmente hablando, son las que más fantasean al respecto. En todo caso, lo triste es que esas fantasías sexuales reemplacen a la realidad.
Fantasear es visualizar
El sexo empieza en el cerebro. Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga y directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, lo explica de la siguiente manera: así como los atletas de elite practican la técnica de la visualización y se ven a ellos mismos llegando los primeros a la meta, es normal que los adolescentes, todavía vírgenes, se imaginen, con todo lujo de detalles, manteniendo relaciones sexuales o llevando a cabo determinadas prácticas.
“Estudios científicos revelan que en el cerebro se activan las mismas áreas cuando haces algo que cuando imaginas hacerlo”, aclara, “además, cuanto más detalladas y precisas sean las fantasías mejor. Suponen un entrenamiento imaginario muy útil para poner en practica cuando llegue el momento”.
Las fantasías son el músculo del deseo
Así las define el sexólogo español José Luís García. Entre otras funciones, también forman parte de la terapia a la hora de tratar la falta de deseo sexual recurrente. El cerebro es el órgano sexual por excelencia y un plan de erotización requiere empezar siempre por la cabeza.
En el caso de la Dra Molero, a sus pacientes les recomienda, más que leer literatura erótica, “cuando está muy bloqueado el deseo les pedimos que escriban sus fantasías sexuales y que las lean en voz alta”.
Por otro lado, y esto lo sabemos casi todos los mortales, si hablamos de masturbación, muchos hombres y mujeres utilizan las fantasías para llegar al orgasmo, estén solos o acompañados.
¿Ayudan a aliviar el estrés?
Según el libro Private Thoughts: Esploring the Power of Women’s Sexual Fantasies, de Wendy Maltz y Suzie Boss, además de mejorar la autoestima o facilitar el orgasmo, las fantasías eróticas contribuyen a aliviar el estrés y la tensión. De acuerdo con sus autoras, “proporcionan un arma fácil y accesible que las mujeres pueden usar para relajarse o escapar momentáneamente del estrés diario. Las fantasías pueden tener también un efecto calmante, similar al de la meditación, y no tienen porque implicar ningún tipo de estimulación física dirigida a la excitación a al orgasmo.
Algunas mujeres las utilizan para combatir la ansiedad cuando esperan en la consulta del médico o cuando realizan vuelos de muchas horas. Muchas describen la función de la fantasía como una manera de tomarse un descanso en sus mentes, distraerse y viajar hacia pensamientos más placenteros.
Fantasear no resuelve los problemas pero puede proporcionar un alivio a las preocupaciones diarias”. ¿Está claro, chicas?
¿Con qué fantaseamos?
Un artículo del diario inglés The Independent, titulado How common is your sexual fantasy?, recoge un estudio realizado en la Universidad de Montreal, entre 1517 participantes (85,1% eran heterosexuales, 3,6 % eran homosexuales y el resto tenía preferencias sexuales no definidas).
Curiosamente, la fantasía sexual más común en hombres y mujeres es la de sentir emociones románticas durante el encuentro sexual, seguida del sexo oral y de tener sexo en lugares poco habituales. Además, el estudio revelaba una diferencia entre sexos: la mayor parte de las mujeres no quieren hacer realidad sus fantasías, mientras que la mayoría de los hombres si.
Ni buenas ni malas, son solo fantasías
Fantasear con una imagen sado-mado, no se traduce necesariamente en que se haga realidad. Se trata de un terreno como el de los sueños, “en los que la lógica y la moral no tienen cabida”, comenta Francisca Molero. “Lo único que importa es que cumplan su función de excitarnos.
Es muy normal que la gente tenga fantasías que hablen de acostarse con un miembro del sexo opuesto, de dominación, sumisión… Intentar buscarle el sentido o querer ver que, en el fondo, ese es nuestro más profundo deseo es algo totalmente equivocado”, acota.
Reprimir nuestras fantasías, explica esta experta, no es aconsejable y puede derivar, incluso, en un trastorno sexual. En este terreno deberíamos darnos permiso para dejar de ser nosotras mismas por algún tiempo y jugar a ser otra.
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