jueves, 23 de febrero de 2017

El portero de discoteca más chungo del mundo

Sven Marquardt es el guardián de la mítica Berghain de Berlín. Da igual si eres un turista o un famoso de talla mundial. Si él no quiere, tú no entras.


Para muchos fans de la música electrónica, el club Berghain ha terminado por convertirse en el lugar más inaccesible de la Tierra. Hay quien sospecha, incluso, que sería más fácil bucear a pulmón libre hasta el fondo de la fosa de las Marianas y regresar a la superficie que entrar limpiamente en el mayor templo del techno del mundo. ¿Suena exagerado? Tampoco tanto, no se crean: ahí fuera hay miles de personas que comparten la misma experiencia aterradora: la de haberse comido dos horas de larga cola, completamente a la intemperie -Berghain está en un descampado berlinés a pocos metros de donde no hace más de 30 años aún se levantaba el Muro-, para recibir una humillación peor que una cobra de David Bisbal: que el portero, como Gandalf deteniendo al Balrog sobre el puente de Moria en El Señor de los Anillos, simplemente te diga «No pasarás». Así, prácticamente, noche tras noche.


El guardián del Berghain es Sven Marquardt, el personaje más famoso de la fiesta en Berlín y, para muchos, el portero de discoteca más chungo del mundo. Ellos han sufrido sus negativas innegociables; el «no es no» de Pedro Sánchez a su lado es una broma, ya seas un simple aficionado a la electrónica o un famoso de talla mundial. Nacido en 1962, Marquardt empezó su carrera profesional en los años 80 como fotógrafo -profesión que todavía desempeña a tiempo casi completo, y que le ha llevado a colaborar con firmas como Hugo Boss-, pero su llegada accidental a los controles de seguridad de la discoteca más mitificada del mundo ha terminado por envolverle en una aureola de pequeño dictador de la noche. Su imagen, cómo no, contribuye a crear la sensación de pánico: cualquiera se atreve a enfrentarse a ese porte intimidatorio, esos tatuajes, esa joyería gótica, esas escarificaciones -«son un diario de mi vida, una manera de fijar mis recuerdos y mis sueños, una colección de momentos privados», cuenta-, rodeado, como no podía ser de otra manera, de una guardia pretoriana de gorilas musculados.
«Cuando alguien llega hasta la puerta del club, yo decido si entra o no y la decisión es subjetiva», nos explica Marquardt en una sala de la galería de arte Espronceda de Barcelona, donde ha acudido a inaugurar una exposición de fotografías, pertenecientes a su colección Future's Past. «Berghain no es un lugar para curiosear, sino para pasarlo bien. Las dos ideas principales del club son la música y la fiesta, y yo debo asegurarme de que quien entra esté ahí porque siente la música y quiere fiesta. Mi responsabilidad es que la noche funcione de la manera más pacífica posible».

 Aunque Berghain tiene un horario de apertura laxo -en fin de semana puede estar en marcha cerca de 20 horas del tirón, enlazando sesiones de noche con el after-hours-, su aforo se ha quedado pequeño en comparación con el volumen de público que desea entrar, así que el filtro en la puerta se ha ido haciendo cada vez más necesario y exigente, y en ese aspecto Marquardt ejerce de infalible perro de presa. «En la discoteca Studio 54 era igual: había un control en la puerta», argumenta Sven. Aunque con la diferencia de que en Studio 54, la más hortera de las salas en la era dorada de la música disco de los años 70, se entraba fácil si eras famoso -Andy Warhol, Mick Jagger, Liza Minnelli, fauna así-, mientras que en Berghain, que presume de oscuro, experimental y subterráneo, ocurre todo lo contrario. Hace pocas semanas, el cómico norteamericano Conan O'Brien, una de las máximas estrellas televisivas del mundo, se aventuró hasta la puerta del club en horario matinal para ver si conseguía entrar: cuando le vieron con un cámara y actitud de payaso, educadamente le dijeron que se volviera por donde había venido.

 Otro conflicto reciente lo protagonizó el DJ Felix da Housecat, una leyenda de la escena house que intentó acceder como público sin estar en la lista de invitados, y que al ser rechazado montó el típico numerito del «usted no sabe con quién está hablando», proseguido en Twitter con una acusación al club de practicar una política de puerta racista. Como contrapeso, ahí está la actriz Claire Danes, que iba regularmente cada domingo por la tarde -mientras rodaba en Berlín la quinta temporada de la serie Homeland-, y a su vuelta a Estados Unidos aseguró que Berghain era, en su opinión, «el mejor lugar del planeta».

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