viernes, 4 de marzo de 2016

Breve Estudio Formal De Los Apelativos Cariñosos En Pareja

Sinceramente, en el único caso en que estaría justificado un cambio de nombre dentro de una relación formal es si te llamas Angustias. En todos los demás, sugiero una prohibición total al hecho de tener que responder cuando alguien decide que te cambia el nombre para utilizar toda clase de apelativos que más que cariñosos suenan vomitivos. A continuación, y después de haber hecho un análisis que me ha llevado 32 años de vida, una pequeña muestra de cada uno de estos diabólicos motes utilizados en pareja. 

Cari

Hay muchos caris en Mango, Zara, Bershka y en todo el grupo Inditex. Hay caris también en los grupos de amigos, en la familia o en el supermercado. Un montonazo de caris repartidos por el mundo. Sin embargo, los caris más profundos, los más verdaderos, los que culturalmente están más arraigados son los que se forjan dentro de la pareja. Estas personas llevaron Alpha en el 99 y siguen escuchando las “cantaditas de los 2000“. Es gente que difícilmente puede desprenderse de un pasado que les perturba y en la actualidad han entrado en un bucle del que no pueden salir. Otros términos utilizados: chiqui, churri y todo lo que empiece por ch.

Amorcito

Los que se llaman amorcito y todo lo que acaba con el sufijo -ito son los que programan viajes a Roma para sellar su amor con un candado en el puente Milvio. Escuchan a Alborán, Manuel Carrasco, Andrés Suárez y otros cantautores que invitan al suicidio. Suelen ser personas muy comprometidas con el ideal del amor romántico y son propensos a la diabetes por tanto exceso de glucosa. Gráficamente, sería algo así:



Gordo

Descomponiendo los roles, y después de haberme tirado muchas tardes calculando la estadística, el resultado me llevó hacia dos vertientes. Uno: que curiosamente el 92% de los que se llaman gordos entre ellos están delgados; y dos: que el otro 8% están gordos de verdad. En este último caso, la evidencia pública genera momentos muy incómodos, sobre todo cuando hay Donuts de por medio.



Parienta

En el diccionario garrulo del siglo XXI, el término ‘parienta’ está extendiéndose y parece que nadie hace nada por impedir la catástrofe. A este grupo de indigentes del amor que no suelen superar los dieciséis años, los encontrarás robando wifi en la puerta de los centros comerciales, combinando cien colores distintos en sus zapatillas y gorras y bailando dembow sin los auriculares puestos.

 Chochete

¡Arriba los chochetes! ¡Arriba la gente que sin ningún pudor se llama chochete y el mundo les sigue pareciendo igual de bello! Las parejas que hacen uso de este apelativo se caracterizan por ser majas y divertidas, de esas que si se tienen que montar un pollo en público lo gozan y lo viven porque el amor es eso, gritarse muy fuerte y luego quererse como si nada.


Zorrón

Una vez se lo escuché a una pareja y nunca más volví a encontrar una muestra de afecto similar. Sí que es cierto que en la Historia el uso de insultos como muestra de cariño está sociológicamente aceptado. Véase por ejemplo el llamarse putis entre amigas, guarrona y adjetivos similares que son puro amor. En este caso, me pareció maravilloso llamarse zorrones a la cara y aquí paz, y después gloria. 

Curriscuchis

En última instancia, están los que tienden a complicarlo todo. No vale con ponerlo fácil y llamarse como el resto, estos son los que realmente innovan en el arte de los apodos. Para que nadie les robe este nuevo planteamiento que se han atribuido, se inventan seudónimos largos, complicadísimos e impronunciables para alardear de creatividad y capacidad de inventiva. Los encontrarás llamándose curriscuchiquituli, bomboncito rellenito de chocolatito, florecilla libre de campo y cositas así. Son, quizá, la nueva Generación del 27 pero de este siglo. Artistas de la inspiración cuyo futuro está orientado a la creación de una grandísima obra literaria.



Otros que están dentro de este artículo pero que se quedan fuera del análisis y son igual de mortuorios: flor, perla, cielo, dulce, joyita, osito, pilillila, bebé, peque, enana, dulce, bombón y caramelito. ¿Para qué llamarnos por nuestro nombre teniendo toda esta maravilla de posibilidades?

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