viernes, 25 de marzo de 2016

Cuando Ser Libre Hace Que Te Sientas Solo

Estas son solo pequeñas muestras de todos los que han hablado sobre las inseparables palabras de libertad y soledad. De hecho, si en el apartado de imágenes de Google tecleas ‘libertad’, solo salen fotografías de personas solas perdidas en la inmensidad.

“Ser libre muchas veces es sentirse solo” dijo el poeta W.H. Auden.
Pero, ¿qué es la libertad? En el diccionario la definen como la “facultad y derecho de las personas para elegir de manera responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad”. Es decir, que la libertad significa elegir por ti mismo, sin tener en cuenta a los demás. Porque como bien dice Arthur Schopenhauer “solo se puede ser totalmente uno mismo mientras se está solo, quien, por tanto, no ama la soledad, tampoco ama la libertad, pues únicamente si se está solo se es libre”.

“A nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ese es el precio que tienes que pagar”, reivindicó Chavela Vargas.
El gran enemigo de la libertad es el miedo. El miedo a perder es nuestra autocensura. Podemos no estar encerrados en la cárcel, pero nuestras decisiones siempre van a traer unas consecuencias. Muchas de ellas inesperadas. Así que, la apariencia de que somos libres, puesto que somos nosotros mismos los que decidimos todas nuestras acciones, es hipócrita, ya que si somos sinceros, reconoceremos que no siempre tomamos las decisiones que más nos apetecen, sino las que supuestamente son correctas.


El grado máximo de ese miedo a mandarlo todo a la mierda y hacer lo que nos de la real gana se muestra al querer a otra persona. Puede ser tu familia, tu pareja o incluso tu mejor amigo. Hay una parte de ti que corresponde a ellos y ser libre puede desgarrarla. No puedes irte y dejar lo que más quieres a un lado. Tampoco imponerle tus decisiones. A eso hay que sumarle el segundo miedo: el dinero, que de algún modo refleja el instinto de supervivencia. Una sensación engañosa de seguridad que choca con nuestras ambiciones más libres.

Nuestra mente, nos proporciona un arma de doble filo: al mismo tiempo que nos da la virtud de pensar, nos dota de la reflexión, clave en la duda sembrada por el miedo. Así que para ser totalmente libre y hacer lo que tú decidas, solo puede alcanzarse a través de la soledad. “Cuando en las mañanas nadie te despierta y en las noches nadie te espera y puedes hacer lo que quieres ¿cómo le llamas a eso? ¿libertad o soledad?”, dice esta gran frase de autor anónimo.


Por si fuera poco, el año pasado, en 2015, salió un estudio psicológico que corrobora tales afirmaciones. Cuanto más conoces las normas sociales y sus repercusiones comunicativas, más propensa es la angustia al interactuar bajo presión y, como consecuencia, más dado a la soledad eres.

El experimento ―dirigido por Megan L. Knowles, profesora en el Franklin & Marshall College― consistió en examinar las habilidades sociales de 86 estudiantes universitarios pidiéndoles que reconocieran, sobre la pantalla de una computadora (al igual que en la película de Eva), la emoción desplegada en 24 rostros: vergüenza, miedo, felicidad o tristeza. Las pruebas se hicieron en dos fases: una diciéndoles que era una prueba de aptitud social y otra diciéndoles que era de aptitud académica. Los participantes solitarios rindieron mucho mejor en la segunda.


Y, ¿qué es la soledad? Si volvemos a coger el diccionario veremos que está definida como “circunstancia de estar solo o sin compañía. Sentimiento de tristeza o melancolía que se tiene por la falta, ausencia o muerte de una persona”. El ser humano necesita afecto por naturaleza. De hecho es esencial para su supervivencia. Necesitamos tener algo por lo que luchar. Somos una especie social y vivimos en grupo, aunque cada vez nos conozcamos menos dentro de él. “El instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad”, decía Schopenhauer.

“La soledad es tremendamente bella porque es profundamente libre. Es absoluta libertad; ¿cómo puede crear tristeza?”, dijo el filósofo Osho. A lo que Gustavo Adolfo Bécquer respondió: “la soledad es muy hermosa … cuando se tiene a alguien a quien decírselo”.

En definitiva: necesitamos a nuestra gente más cercana, pero con ellos nunca podremos ser libres. “Todo nuestro mal proviene de no saber estar solos”, dijo el escritor Jean de la Bruyère. Quizá, para evitar este mal hay que hacer como Ernest Hemingway: “Yo temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo”. Aunque hay que recordar que acabó suicidándose.

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