Dolor. Y no de cualquier tipo, sino de ese que se agarra a tu pecho queriendo salir desde lo más profundo de tus entrañas. El que cuando intentas sonreír, te da un jirón en el corazón para recordarte que tienes que seguir triste. Porque ahora estas en una de las múltiples etapas que tiene el desamor, las cuales debes superar una a una, y como oses hacer un vano intento de saltarte alguna, la recaída será el doble y la recuperación se hará eterna.
Para bien o para mal, has compartido una importante parte de tu tiempo con otra persona, pero ya no está, se fue, y la simpleza de ese acto hace que ahora todo sea más complicado. ¿Quién te libra a ti del aluvión de recuerdos que te martirizan incluso cuando estás durmiendo? Nadie. Y no sirven los pretextos tales como, que tus amigas son tu gran paño de lágrimas, ni los cola-caos de cada noche, ni las de veces que veas películas románticas – acuáticas (véanse títulos como “El Diario de Noah” y compañía). Estás sola, inmersa en una vorágine de sentimientos que parecen disputarse el premio al más deprimente de todos. Porque esa es la cara oculta que no se cuenta, que no se ve, y de la que incluso te avergüenzas.
Soledad, de la mas ruda y pura que existe, y que a la vez es testigo fehaciente de tu rabia y dolor. ¿Por qué empeñarnos en disimular y maquillar el sufrimiento interno? Cuando lo único que sientes en tu interior es impotencia. Ves todo oscuro, de la gama de colores del agujero negro. Sientes odio y amor a partes iguales, cuanto más rencor intentas albergar, mas melancolía invade tu cuerpo. Pero eso no es lo peor de todo, lo realmente duro es convivir con ello, día tras día, porque sabes que el dicho de “mañana será otro día” aquí no se cumple. Mañana quizás sea incluso peor que hoy, o tal vez no, pero aun queda una tormenta a la que sobrevivir. Y lo haces con la única compañía de tu propia soledad. Porque intentarán animarte, con toda la buena fe del mundo, queriendo de ese modo que olvides y pases pagina. ¡Qué facilidad tenemos para dar consejos y qué difícil es llevarlos a la práctica! Por muchas palabras de aliento que recibas, solo una misma sabe lo que realmente padece, y francamente, es sentirse la persona mas insignificante e irrisoria del mundo.
Y es que a veces, hay que ahogarse en la pena y sumergirse en ella. Llorar a mares, patalear y maldecir a los cuatro vientos tu lastimosa situación emocional. Estas desconsolada y hundida con más ganas de meterte en la cama y no salir que de fingir una sonrisa a cualquiera que saque las agallas para hablarte. Por si eso no fuera suficiente, además estas irascible y enfadada con esta vida inmunda y calamitosa que no te deja ser feliz. ¿Qué he hecho yo para merecerme esto? Posiblemente nada, te ha tocado y punto.
La soledad es ahora tu mejor amiga, aquella que cogerá tus lagrimas, que te dará la razón en todo, no intentará animarte para que salgas de fiesta, ni que dediques tu tiempo libre a hacer yoga o leer libros de autoayuda. Será tu fiel compañera en la andadura de la cara oculta de las rupturas amorosas. Aunque sabes bien, que no es para siempre, pues como decía John Milton “la soledad es a veces la mejor compañía, y un corto retiro trae un dulce retorno”.
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