El rey del cine independiente, John Turturro, regresa a la gran pantalla con un largometraje escrito, dirigido y protagonizado por él mismo. Aprendiz de gigoló es el título de la nueva comedia de este actor y director de ascendencia italiana cuyo barbero es el mismo que el de Woody Allen. ¿Qué demonios pinta el barbero? Pues pinta mucho, muchísimo, puesto que sin su intervención no habría película, ni gigoló, ni proxeneta.
Todo el mundo sabe que las peluquerías y las barberías son sitios clave para ampliar tu conocimiento acerca del barrio en el que vives. Los peluqueros y barberos están perfectamente entrenados en el arte del diálogo e intercambio de información. Gracias a ello, cuando Turturro le comentó a su barbero la idea de hacer una película sobre un hombre que se prostituye e interpretar él mismo al gigoló, no tardó en llegar la información a los oídos de Woody Allen. Y ya sabéis cómo es Allen con el sexo. No debió tardar ni un segundo en contactar con Turturro para participar en el filme, adjudicándose rápidamente el papel de proxeneta.
¿Cómo acaban ambos personajes en el negocio de la prostitución masculina? La respuesta es sencilla: dinero. Fioravante (Turturro), un florero con problemas económicos, quiere ayudar a su inseparable amigo Murray (Allen), un librero cuyo negocio se ha ido a pique. Ambos sin blanca deciden introducirse en el oficio más antiguo del mundo. Murray, que asume la función de proxeneta, comienza a buscar clientas ricas para el nuevo gigoló, quien consigue satisfacer todos sus deseos sexuales con éxito. Entre clienta y clienta, Fioravante inicia una relación totalmente casta con Avigal (Vanessa Paradis), una viuda cuyo marido rabino había muerto dos años antes.
Aprendiz de gigoló tiene previsto su estreno en España el próximo miércoles 30 de abril. Promete ser una comedia romántica llena de diálogos delirantes y surrealistas, que parece aproximarse bastante a las películas de Woody Allen de los años 70. Por ello, en esta nueva trama, que desvela las entrañas de la prostitución masculina, no pueden faltar la música jazz, las abarrotadas calles de Nueva York, ni la presencia de la comunidad judía que, en este caso, pone en peligro el negocio de los protagonistas.
La crítica más dura la ha tachado de trivializar el mundo de la prostitución masculina, haciendo de ella un retrato delirante y divertido. Sin embargo, aunque nuestro protagonista comienza a meterse en el mundillo sin estar demasiado convencido, al final decide que hay peores formas de ganarse la vida que dando cariño a mujeres que lo necesitan.
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