Nuestro comportamiento está determinado principalmente por dos motores: Las ideas y los principios.
Ambas son como una mano invisible que guían nuestras acciones aunque no lo sepamos y quizás, aunque no lo notemos. Pero sí, nuestras palabras y acciones son el resultado de aquello que hemos aceptado como cierto, como positivo, como real.
Una idea es como una gran inyección que una vez suministrada recorre rápidamente todos los rincones de nuestro cerebro. Puede venir en forma de afirmación, a modo de chiste, en una expresión que asumimos como acertada y por supuesto: en algo que asumimos como “cierto” sin haberlo cuestionado. Los principios funcionan de igual manera, aunque más precisos son representados por expresiones que aprendimos y aceptamos.
Ahora bien, toda esta “lata” que acabo de darles podríamos considerarla teoría, lo que usualmente fastidia de este asunto. Pero eso que nos puede parecer “fastidioso” es tan útil e importante cuando somos jóvenes como lo es el entretenimiento, disfrutar con los amigos o con la novia. Se llama: filosofía.
Hay un dicho: “quien no sabe a dónde va, cualquier camino lo lleva” y se refiere precisamente a esas personas que desconocen cuáles son las ideas en las que creen y los principios que practican, es decir, a los borregos.
No seas uno de esos zombis que andan por la vida cazando cerebros no para comérselos, sino para que tomen decisiones por ellos. No seas una de esas ovejas que cualquiera pastor puede pastorear. No seas como ese político que todos sabemos que no posee personalidad ni criterio propio. No hagas de tu vida un canal de telenovelas donde eres el personaje que un guion decide que seas.
Toma las riendas de tu vida, identifica las ideas que son acordes a tus intereses personales e identifica los principios que te permiten alcanzar y proteger aquello que consideras tus valores.
¿O es que acaso sería tu vida más divertida si otro te maneja como una marioneta?
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