Para visibilizar el acoso sexual en los días anteriores a la movilización #VivasNosQueremos se invitó a las mujeres a compartir su primera experiencia de este tipo. Muchas se sumaron a la iniciativa, pero algunas otras se negaron por “pena”. ¿Por qué deberíamos avergonzarnos de algo que no es nuestra culpa?
La verdad es que yo no tengo idea de cuál fue mi primer acoso. No sé exactamente cuándo comenzaron a suceder ni cuántos han sido en total, pero uno de los primeros que recuerdo es éste:
A los 13 años tomaba clases de guitarra, asistía tarde porque también entrenaba básquetbol saliendo de la escuela. Un día, como a las siete de la noche, yo regresaba caminando con mi guitarra acústica al hombro cuando un carro se me emparejó. Un tipo trajeado bajó la ventana del auto y me ordenó que me subiera. Yo le dije que no y seguí mi camino. Él siguió insistiendo por lo que pareció una eternidad hasta que me preguntó: “¿Qué? ¿Te sientes mucho para mí?” y aterrada le dije que sí. Entonces enfureció. Me empezó a insultar diciendo groserías y pintándome dedo. Luego, arrancó y se fue. No mucho tiempo después dejé de ir a clases.
No se lo conté a mi mamá ni a mis amigas, simplemente dejé de hacer lo que me gustaba para evitar el peligro. Yo me equivoqué.
Tú no te calles. Si eres víctima de cualquier tipo de acoso, denuncia y no te avergüences.
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