Lo habitual es que todo escritor acuda a la firma de su último libro, al igual que un actor al estreno de su última película. Sin embargo, a lo largo de la historia del cine, muchos actores no vivieron lo suficiente para poder ver su interpretación en la gran pantalla. Hay quienes dejaron el proyecto tan inconcluso que los directores fueron incapaces de poder terminar la película. Este fue el caso de la mítica Marilyn Monroe, quien dejó a medio rodar Something’s got to give. Tras la repentina y misteriosa muerte de la actriz, la película nunca se llegó a estrenar porque Marilyn era insustituible e, incluso, se destruyeron los negativos de la película. No fue hasta veinte años después cuando encontraron escenas inéditas y pruebas de vestuario y maquillaje en una buhardilla, dándose a conocer así las últimas imágenes de la rubia más querida de Hollywood.
Actualmente, también se sigue especulando sobre la muerte de Bruce Lee, quien no pudo llegar a ver su última película Operación Dragón, pues falleció tres semanas antes de su estreno. Fue tal la acogida que tuvo este filme entre el público, que a partir de entonces comenzó a ponerse de moda el cine de artes marciales. Y como la muerte es una zorra sarcástica vestida de negro, también se llevó a su hijo, Brandon Lee, mientras rodaba El Cuervo. Nadie supo explicar por qué una de las armas del rodaje no llevaba la munición adecuada y acabó acertándole un tiro que le costó la vida al joven actor. Para poder acabar la película tuvieron que recurrir a efectos digitales y a un doble.
Otros dos actores que perdurarán en nuestra memoria eternamente jóvenes son James Dean y Heath Ledger. Y es que un terrible accidente de tráfico o el abuso de las prescripciones médicas pueden llegar a suponer un riesgo mortal para cualquier ser humano. Y nada podemos hacer contra esta caprichosa dama que se atreve, incluso, a tocar a las grandes estrellas de Hollywood en el momento más álgido de su carrera profesional.
Siendo conscientes de ello, deberíamos tratar de vivir más el presente y disfrutar de los pequeños placeres que nos brinda la vida, independientemente de los obstáculos y preocupaciones que puedan ir surgiendo. Como resulta imposible hacer una prospección de nuestro futuro para saber de cuánto tiempo disponemos, lo mejor es vivir el día de hoy como si fuera el último, solo por si acaso. Pues mofarse de la muerte no es una opción; si llega, llega, implacable.
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