Cada vez que una de tus amigas cae con un patán (o con uno en potencia) te escuchas a ti misma diciendo algo como esto:
“¿Pero por qué pensaste que iba a ser diferente? ¿Qué, de tooooodo lo que ha hecho, te hizo pensar que esta vez iba a ser diferente?”
Mientras analizas mentalmente si es momento de mandarla al psicólogo… o si ya de plano el caso es de psiquiatra porque no es posible que cada tipo con el que sale tenga una historia similar.
Hasta que estás sentada en el banco de los acusados. En el diván de tus amigas.
Todas somos las mejores consejeras… pero jamás pondremos en práctica lo que sale de nuestra boca. Parece que las mujeres tenemos un arsenal de consejos increíbles para sacar a tus amigas del hoyo pero cada vez que se trata de no caer en el hoyo, se nos olvidan.
La semana pasada estuve con una amiga a la que le rompieron su corazón… por enésima vez, el mismo tipo. La historia es la misma que hemos vivido todas: una se enamora de puras ilusiones.
Pero mientras me contaba su más reciente pelea yo pensaba “bueno pero ¿qué necesidad? ¿Por qué se sigue poniendo de tapete? ¿Por qué le pide perdón? ¿por qué le importa lo que él piense? ¿Por qué es tan considerada con sus sentimientos si a él claramente no le importa?”
Preguntas que por supuesto le hice y se transformaron en consejos… “No amiga, es que no te pongas de tapete, que te valga si se siente ofendido por tu comentario… ¡a él le vale gorro herirte!”
Es tan común el consejo que llegó un momento en que nos quedamos viendo la una a la otra recordando cómo, hacía no más de un mes, ella me estaba diciendo esas EXACTAS palabras por un tipo al que yo le llevo una manzana diaria.
Mi historia con el tipo es muy diferente… y a la vez la misma: me enamoré de puras ilusiones. Y hace cierto tiempo él me rompió mi corazón, de una forma totalmente distinta, pero a la vez igual: valiéndole gorro mi existencia.
Y en ese entonces mi amiga era la mejor consejera y mientras yo le contaba como este tipo estaba hablándole de amor a Bety la Fea, ella pensaba “¿Pero por qué te pones de tapete? ¿Por qué pensaste que iba a ser diferente?”
Seguramente esto les ha pasado en más de una ocasión… seguramente han estado sentadas en ambos lados del diván y mientras les toca ser las consejeras seguramente han pensado que estaban dando el mejor consejo del mundo.
Y sin duda debe haber sido así… nuestra intuición nunca falla. Si en el estómago sentías que el tipo no era correcto para tu amiga, ¡seguro no lo era! Pero también debes haber sentido que el tipo con el que tú sales no es el correcto. Y decidimos ignorarlo.
¿Qué tal si, la próxima vez, cuando se prendiera la señal de alarma, cuando estuviéramos a punto de caer en el hoyo y nuestro estómago nos avisara que estamos por caernos y quemarnos y todo tipo de torturas, decidiéramos seguir el consejo que nosotras mismas le daríamos a nuestras amigas en la misma situación?
Porque yo siempre estaré a favor de vivir la vida y YOLO y besa muchos sapos y déjate llevar… pero una llega a una edad chicas, en que cada tropiezo con la misma piedra deja estragos horribles. Una llega a una edad en la que se da cuenta de que hay historias que se puede evitar, que al final, el tiempo sola haciendo cosas interesantes será mejor invertido que el poco tiempo de calidad que un patán te puede dar.
¿Qué pasaría si, cuando estés a punto de hacer algo que sabes (porque todas sabemos) que sólo te va a traer problemas innecesarios, te aconsejaras a ti misma y siguieras tu consejo?
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