Bésame sin compromisos, ese fue nuestro acuerdo mutuo no verbal, o quizá sí lo hablamos en voz alta, cuidadosos de que ambos aceptáramos las condiciones del contrato. Al final, esto solo es un trueque en el mercado de las compañías pasajeras, un negocio de caricias por más necesidad que cariño y tú y yo solo somos dos transeúntes solitarios buscando besos en oferta.
Llevamos rato queriendo comprarnos una de esas miradas que dicen “te amo”, uno de esos abrazos que te sofocan las ganas de irte a casa y la presencia de eso que llaman “amor” bajo nuestras sábanas, pero de eso ya no se consigue.
Así como se han dejado de producir poemas y películas en blanco y negro, también se ha dejado de producir el verdadero amor, quizá porque los celulares ahora tienen mayor demanda o quizá porque el valor del compromiso se ha ido devaluando.
Así que aquí estamos los dos, dispuestos a llevarnos unos ojos que nos cuenten una buena historia para ir a la cama esta noche, y no precisamente a dormir. Si los tuyos están en venta, vivamos una aventura y, si la pasamos bien, entonces que sean dos por el precio de una.
No está mal darse estos gustos, entre nuestras más excitantes memorias de seguro estarán algunos besos con sabor a vodka en el recuerdo casi rasgado de una noche de locura. Y es que algunas veces lo que más nos hace sentir vivos es entregarnos a lo desconocido, más aun si tiene cuerpo de deseo.
Es verdad que estamos acostumbrados a sentir vergüenza y a juzgar toda visita a la cama que no venga acompañada de un “te amo” y la promesa de un compromiso. Pero este es un pensar arcaico propio de tiempos de antaño de serenatas y paseos en bote, hoy lo que más le combina a estas relaciones fugaces es una sonrisa de complicidad entre socios de cama.
Regálate un beso que no termine en el temor de que no vuelva a repetirse. Regálate unas manos que no te aten a sostenerlas aún y cuando las ganas se te desgasten. Regálate una historia que no necesites acompañar con canciones de amor y que no necesites etiquetar según los estándares sociales. ¿Y es que quién dijo que las únicas historias que vale la pena vivir son las que terminan en un “felices para siempre”?
Si tal cosa como la moral existe, y ella te lo permite, prueba a besar sin compromisos, quizá terminarás encontrando unos labios que quieras llevar a casa aun sin garantías. Eso sí, al adquirir una aventura, recuerda siempre leer las letras pequeñas.
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