Hasta el lobo solitario ya se siente mal por serlo y es que hoy en día la manada es el estado natural de las personas. Llámalo manada, comunidad o sociedad; el caso es que invertimos gran parte del tiempo con otros seres humanos. Tanto que algunos han llegado a temer el momento de estar solos. Se trata de uno de los miedos más irracionales y, a la vez, más arraigados de nuestra mente. Irracional, porque la soledad es una ocasión para el autoconocimiento; arraigado, porque supone una amenaza para la uniformidad.
¿Por qué tenemos miedo a estar solos? Seguramente, por el mismo motivo que tememos la oscuridad, el futuro y la muerte: por el miedo a lo desconocido. Desde tiempos remotos, el hombre ha buscado la compañía de sus semejantes. Nuestra generación hace lo mismo, solo que de forma más patente todavía gracias a las redes sociales. Nos pasamos la vida conectados a un grupo, un foro, un colectivo. Eso es lo que conocemos y lo que el mundo acepta.
¿Qué pasa con los que se quedan fuera? Que se sienten perdidos. Hemos llegado a tener la idea de que vivir en sociedad es lo correcto, lo imprescindible. Quien defiende lo contrario es un paria. En realidad, es así hasta cierto punto: nos necesitamos unos a otros para sobrevivir. Sin embargo, ¿qué tiene de malo la idea de estar solos un rato?
De hecho, uno mismo puede ser el mejor interlocutor que tendrás jamás. A fin de cuentas, ¿puedes decir que no te has evadido alguna vez estando rodeado de gente? Sí, invertimos gran parte del tiempo con otros seres humanos, pero no compartimos realmente ese tiempo, ¿cómo íbamos a hacerlo, si ni siquiera sabemos qué podemos ofrecer?
No podemos conocer a otros porque ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos. No nos conocemos a nosotros mismos porque no solemos dedicarnos tiempo a conocernos. No dedicamos tiempo a conocernos porque nos da miedo lo que podamos encontrar.
Que vivamos en unidad es producto tanto de nuestra naturaleza como de la evolución de la sociedad. La unidad es buena y necesaria, pero no debe confundirse con la uniformidad. Y, si olvidamos conocernos a nosotros mismos, acabaremos absorbidos por la masa y convertidos en seres uniformes.
Perder el miedo a estar solos depende únicamente de nosotros. Seas tremendamente popular o más bien solitario, hay una serie de ejercicios que podrían venirte muy bien. Nada del otro mundo: simplemente, busca tiempo para ti. Coger lápiz y papel es una maravillosa forma de expresión que puede llegar a sorprenderte; practicar la respiración abdominal durante unos minutos posee una asombrosa capacidad de relajación; y darte un paseo, tú solo, observando lo que te encuentres, es una experiencia de lo más enriquecedora.
Sobre todo, recuerda que el tiempo que te dediques a ti mismo no es tiempo perdido y que estar solo no significa que seas un solitario. Sencillamente, estás conociendo a una persona muy especial: tú mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario